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Lo que queda claro es que Salamanca tiene ganas de fútbol. Más de 14.000 personas fueron el pasado domingo al estadio Helmántico a ver un partido de fútbol de la quinta división. Tremendo. Estas personas lo han hecho rascándose el bolsillo, aunque sea de manera simbólica, en un momento en el que los espectadores que acuden a espectáculos previo pago han descendido notablemente. Es verdad que se trataba de un partido por ascender a la cuarta categoría, pero no es menos cierto que el premio al final es competir en la misma categoría que el Guijuelo o el Real Ávila. De ahí que no se llegue a entender que el club, el Salamanca UDS, lo celebre como si se hubiera conseguido un hito histórico.
Más comprensible es que salga la afición a la calle. Seguidores que han tenido que soportar todo tipo de humillaciones de los capos del club, e incluso de algunos jugadores, a lo largo de los últimos años, y que a pesar de ello han acudido al campo cada fin de semana para animar sin importarle que el rival fuera el Colegios Diocesanos. Tiene mucho mérito la afición del Salamanca.
La directiva del club, en cambio, deja mucho que desear. Como abonado durante varios años puedo hablar sin que me cuenten milongas. Llegó el señor Lovato prometiendo el oro y el moro y lo único que ha conseguido en estos años es bajar al equipo varias categorías y echar a aficionados del estadio durante la temporada regular. Ni rastro del arreglo del Helmántico o del cambio de ubicación de los banquillos. En fin, nada de la adaptación del estadio al Siglo XXI. El club está teledirigido desde México, y a pesar de que se tengan lugartenientes en Salamanca para su gestión, está todo manga por hombro. No hace falta tener un master en marketing para darse cuenta de que hay que aprovechar el tirón para sacar la campaña de abonados nada más lograr el éxito en el terreno de juego. Las taquillas deberían haber estado abiertas el lunes. Es más, se podrían haber dejado instaladas mesas de captación de abonados a las mismas puertas del estadio nada más acabar el partido y muchos de los eufóricos aficionados habrían dejado ya su compromiso para la temporada 24/25.
La respuesta del club al ascenso y al furor de la afición es que dentro de un par de semanas se reunirán para ver cómo encandilar a la afición la próxima temporada. Un error mayúsculo propio del conformismo, la dejadez y la desidia de una cúpula que no se merece la legión de seguidores que hay detrás del escudo. Resulta curioso saber qué mueve a un inversor mexicano a perder miles de euros cada año mientras ve como el valor de la propiedad cada día es menor. Tampoco se comprende la cabezonería de seguir adelante en un sitio en el que no te quieren con la cantidad de ofertas económicas que ha tenido sobre la mesa. En nuestra cultura cuesta mucho ponerle nombre a eso.
El colmo del esperpento es ver la cara de un director general sonriendo en un balcón mientras la afición le abuchea porque objetivamente su gestión es un desastre. Es un desafío contante a unos seguidores de la UDS que claman por un cambio de rumbo. Salamanca está hambrienta de fútbol de elite, es una ciudad que lo merece. El Salamanca UDS lo tiene todo para devolver a la ciudad a ese escaparate nacional, porque el Unionistas tiene la masa social que tiene. En el Reina Sofía hay muchas decisiones cuestionables, pero es de alabar la capacidad de implicación que tienen los socios en el día a día del club. Lo sienten como suyo porque los verdaderos dueños les hacen ver que lo es. En el Salamanca, todo lo contrario. Trabajan cada día para arrebatarnos el sentimiento.
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