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Cuando las fiestas de verbena, gaita y tamboril agonizan en las zonas rurales llegan las ferias de Salamanca. Unas fechas esperadas casi exclusivamente porque hay conciertos gratis en la Plaza Mayor y porque La Glorieta vuelve a abrir sus puertas para dar festejos taurinos.
A las fiestas de la capital le falta la identidad que le sobra a la de los pueblos. Da un poco de envidia ver como en otras ciudades existen peñas y cuadrillas de amigos que le dan ambiente al día de fiesta, ver cómo se venera al pregonero y el ambiente en la calle es de diversión constante. Aquí no existe nada de esto, el pregón es poco menos que un trámite al que va la familia y los amigos del distinguido y no existe una mísera pañoleta al cuello de los salmantinos que denote que estamos en fiestas. La devoción por la Virgen de la Vega es nula, principalmente porque no se le dan motivos a la ciudadanía para que la tenga. Una ofrenda floral, en la que tiene más importancia el traje charro que la imagen destinataria de los presentes, y el cartel de las ferias son las únicas alusiones a la patrona. Estas son nuestras fiestas y hay que disfrutarlas como vienen.
Mañana será el turno del primero de los conciertos y de los fuegos artificiales, que es lo que realmente gusta. Hasta entonces tenemos la Feria de Día que abrió sus puertas ayer. Esto de las casetas merece una mención aparte. Habrá de todo, como en botica, pero los últimos años se ha percibido una decadencia brutal de lo que fue el principal foco de diversión de los salmantinos la pasada década. Que te cobren 3,50 euros por un chupito de cerveza y un cacho de carne es una exageración. Hay hosteleros que se esmeran por hacer las cosas bien, pero otros, los menos profesionales, se están encargando de hundir la Feria de Día. Tienen por delante diez días para remontar y para elevar el nivel de las fiestas de Salamanca. Lo que es una maravillosa idea, que es que los amigos se tomen unas cañas y unas tapas al aire libre disfrutando de la ciudad, se puede convertir en un botellón en el que la plaza de Los Bandos acabe siendo una pocilga. No se entienden tan pocas restricciones allí y tantas en la Plaza Mayor, donde ni siquiera puede tomarse una cerveza a la puerta de un bar a la hora de los conciertos. Ni tanto, ni tan calvo.
Los artistas que nos van a visitar estos días son de categoría y aquí debemos agradecer al Ayuntamiento las contrataciones por tres motivos: primero porque sean gratuitos para el público, segundo porque están programados para atender a todos los gustos, y tercero, y más importante, porque no se deja una morterada de dinero que pone en riesgo las arcas municipales.
La hípica, Salamaq y los toros son valores seguros. El éxito de público para ver los caballos en el Campo de Tiro está asegurado y lo mismo ocurre con todo lo que va a suceder en el recinto ferial, donde familias completas encuentran distracción e incluso aventuras que los más pequeños nunca olvidarán. Estas dos ofertas festivas, tal y como están diseñadas este año, no tienen excesivo margen de mejora. En cuanto a los toros, La Glorieta volverá a abrir sus puertas solo los fines de semana, en esta ocasión tres consecutivos. Cada uno de nosotros haríamos unos carteles diferentes, pero los que ha lanzado la empresa no son los peores. Ya sabemos que el precio de las entradas es muy caro y que ir a los toros, si no eres joven, se ha convertido en un auténtico lujo, pero son lentejas. Más allá del día en el que llega el huracán Roca Rey no se esperan entradas de esas de reventón. Habrá que echar una súplica para que Morante se recupere y nos deje una borrachera de toreo. Mientras tanto, a beber con moderación.
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