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Ciarán le ha echado un cable a nuestros políticos. Desde el martes todos estamos hablando de la ciclogénesis, nos hemos convertido en expertos en meteorología y hablamos de las rachas de viento y de los litros caídos por metro cuadrado en cada conversación. De no haber sido por el temporal, estas conversaciones de barra de bar estarían reservadas para la política y las barrabasadas a las que está siendo sometida una democracia estrangulada por los que buscan perpetuarse en el poder.
En cualquier país civilizado PP y PSOE ya habrían pactado varias veces para evitar este esperpento que convierte a la nación en el hazmerreír de Europa. Por mucho odio que Pedro Sánchez tenga a Núñez Feijóo y Núñez Feijóo a Pedro Sánchez, es el momento de anteponer el futuro y la estabilidad de España, pero claro eso es mucho pedir cuando a la vez está en juego el parné para cientos de estómagos agradecidos.
Nos parece hasta normal que después de la que liaron los independentistas en Cataluña ahora se les amnistíe, se les perdonen las penas de cárcel y encima se les pague dinero para resarcirles. Es un «porro» de mucho cuidado. La mitad del país avala que Pedro Sánchez ceda a cualquier chantaje de los secesionistas porque pesa más el odio a Vox, y eso es para que el PP se lo haga mirar. Los dos partidos de Gobierno no pueden blanquear a populistas, farsantes, extremistas y caraduras. Hasta que eso no ocurra el país seguirá a la deriva y pronto nos daremos cuenta de que entre tanta tontería hemos perdido ya medio siglo.
El debate político para formar el nuevo Gobierno de España no pasa por los temas que realmente importan a los ciudadanos. No se habla de una ley que garantice realmente el acceso a una vivienda, de poner en marcha herramientas para evitar que la clase media colapse, o para que haya realmente igualdad entre los españoles, ya sean hombre o mujer, vivan en Salamanca, San Sebastián, Ahigal de los Aceiteros o Mutriku. Sobre la mesa solo está la amnistía, el referéndum y una cantidad ingente de millones de euros con los que los nacionalistas volverán a ser más fuertes allá donde profesan su fe.
El ciclón Ciarán también ha restado protagonismo en Béjar a la crisis de Gobierno abierta en el Ayuntamiento nada más arrancar la legislatura. Hay que ver el daño que está haciendo a los partidos políticos el pagar con dinero público a emisarios enmascarándolos como cargos de confianza… Un buen puñado de estas colocaciones a dedo, no solo en Béjar, llegan para pagar favores. Ni siquiera se trata de gente que sienta la camiseta del partido, son en muchas ocasiones meros conseguidores, mediadores o guardianes de secretos a los que su precio se lo pagamos todos a final de mes. Por cosas como estas estallan casos como el de Béjar, donde a Luis Francisco Martín se le ha complicado el mandato. El Ayuntamiento de Béjar siempre ha sido un polvorín y el Partido Popular lo ha vivido en sus carnes, con idas y vueltas como la de Raúl Hernández, ahora procurador en las Cortes, o con movidas internas con pesos pesados como Purificación Pozo y Alejo Riñones que han acabado con salidas por la puerta de atrás. Para solucionar estas crisis hay que tener voluntad para conseguirlo y la cúpula del PP parece mirar hacia otro lado. Ha dejado al pie de los caballos al alcalde de la ciudad sin importarle perder una plaza que costó mucho arrebatar a la izquierda. En Béjar solo esperan que escampe, y en el Partido Popular de Salamanca, también.
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