Adiós al todo gratis
Es comprensible que se vuelva a pagar por subirse al tren; no lo es tanto es que con el dinero que se ahorra el Gobierno solo se beneficie a grandes ciudades
El Gobierno parece haber decidido que es el momento de acabar con el todo gratis en el transporte, y yo lo celebro. Uno de los grandes problemas que está teniendo la era de Pedro Sánchez es el de conceder ayudas a diestro y siniestro con objetivos principalmente electoralistas que están creando una sociedad carente de valores y en la que la cultura del esfuerzo no existe. Los gobiernos deben estar para echar una mano a los ciudadanos y poner las bases para que se genere riqueza en los pueblos y bienestar en las familias, lo que no es de recibo es la senda que ha tomado este país en el que sale más rentable ser pícaro, trincar algún pellizco en forma de subvención y el resto de los trabajos hacerlos en «B».
El ministro Óscar Puente ha sido el primero en poner el cascabel al gato. Su intención es que a partir del mes de enero los abonos del tren, esos con los que los currantes iban gratis a Madrid cada día, y con los que los domingueros íbamos «a echar el día a la capital» al módico precio de cero euros, van a pasar a la historia. Lo que a priori puede parecer una buena noticia, seguramente no lo sea tanto. Ahora hay que leer la letra pequeña.
El secretario de Estado de Transportes y Movilidad Sostenible, el señor Santano, se reunía el martes en el Ayuntamiento de Salamanca con la plataforma en defensa de las conexiones ferroviarias y dejaba caer que estos bonos ya son historia, sin embargo decía que hay que seguir ayudando a los colectivos vulnerables y a los jóvenes. Ahora habrá que definir quiénes son los colectivos vulnerables, porque seguramente serán efectivamente esos mismos de los que hablaba antes, los que reciben la paga y luego engordan la economía sumergida. Ojalá se ayudara de verdad a las personas necesitadas y a los mayores, pero con este sistema de trileros que tenemos entre manos me temo que eso no será así. El señor Santano también explicó en la reunión que ese dinero que hasta ahora se destinaba para permitir el todo gratis en los trenes se dedicará «a sacar a la gente de los coches y meterlos en los trenes»; es decir, a fomentar el transporte de cercanías en las grandes ciudades. Esto quiere decir que como Salamanca no es una gran ciudad –en cuanto a número de habitantes, entiéndase- y tampoco tiene una red de transporte público de cercanías saturada, la provincia volverá a perder con esta decisión del ministerio.
Tiene que ser muy difícil ser gestor público. Todo el mundo pide, todo el mundo llora y para cada uno lo suyo es lo más urgente y lo más importante, pero objetivamente Salamanca está siendo maltratada por las instituciones, especialmente por el Gobierno central. Lejos de crear igualdad entre territorios se agranda la brecha entre los hermanos ricos, que lo serán más por la cesión a los chantajes, y los hermanos pobres, que como suponen cuatro votos interesan entre poco y nada. La cuarta frecuencia de trenes a Madrid durante los fines de semana es necesaria porque así lo refleja la demanda, electrificar la vía férrea hasta Fuentes de Oñoro debería haber sido una prioridad desde hace años, y acabar con los reiterados accidentes de tráfico en la glorieta de Buenos Aires es vital. El señor Santano se fue de Salamanca sin un solo compromiso nuevo, aguantó el chaparrón y dio la cara que su jefe, el ministro con más jeta del gabinete, no tuvo bemoles a dar. Ahora estará en su despacho y todas las reivindicaciones que se llevó de Salamanca dormirán el sueño de los justos. Y no lo harán conscientemente, pero si Salamanca muere, bien muerta está.
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