Hipócritas y fariseos
El Gobierno cree que con darle una litera para dormir puede calmar su conciencia y sacar pecho de integración y solidaridad
El más que seguro centro de migrantes que el Gobierno de Pedro Sánchez abrirá en lo que ha sido la residencia de mayores San Juan ... de Sahagún, en Puente Ladrillo, ha elevado el ruido en torno a la migración una vez más. Ni el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones está siendo claro con este proyecto, ni los demás partidos, incluido Vox, son capaces de alejar el debate de las papeletas electorales y del recuento en las urnas.
¿Qué política migratoria es la del Gobierno de España que construye centros masificados, para más de 450 personas, para quitarse el problema de encima?, ¿qué hipocresía es la de Vox que tiene un discurso ante su electorado, consciente de que es difícil mantenerlo en la práctica porque hay muchos trabajos que ya los españoles no están dispuestos a hacer, como el cuidado de personas mayores?
El Gobierno sabe perfectamente que el centro de acogida para extranjeros de Puente Ladrillo es polémico, polémico no solo a nivel político, sino polémico en el barrio. En el fondo, ni el de derechas ni el de izquierda, quiere tener a la puerta de su casa un centro con más de medio millar de extranjeros que llegan sin un proyecto de integración en la sociedad y sin un contrato de trabajo. El Gobierno cree que con darle un techo en el que cobijarse y proporcionarle una litera para dormir puede calmar su conciencia y sacar pecho de integración y solidaridad, pero es mentira.
El debate político sobre la inmigración está cargado de reproches mutuos. El PSOE ha comparado la política migratoria del PP con la de Vox, equiparándolos y dando a entender que apenas se distinguen en cuanto a racismo y xenofobia. Pero los socialistas tampoco se distinguen mucho, más allá de que dicen una cosa y hacen otra y algunos de sus socios, como por ejemplo los independentistas de Junts, son los más abiertamente xenófobos de todos.
No hace falta ir a las grandes capitales porque podemos ver en Salamanca la política migratoria del Gobierno. Deambulan por algunas calles sin más ocupación que las teclas de un móvil hasta que llega la hora de comer o de dormir en el hostal asignado.
Con darle cobijo un tiempo, hemos cumplido y podemos reprochar a los otros su xenofobia, que queda muy bien desde el punto de vista de la teoría. Los migrantes nos hacen falta, pero si somos capaces de darles un proyecto de futuro social y laboral que les permita integrarse.
Sánchez llegó a la Presidencia del Gobierno sacando pecho de solidaridad ante Europa al abrir casi «personalmente» el puerto de Valencia para acoger al Aquarius con 629 inmigrantes a bordo sin que Italia ni Malta quisieran acogerlos.
Un año y dos meses después de protagonizar los telediarios de media Europa, la actitud y las acciones del Gobierno de Pedro Sánchez en lo relativo a la inmigración cambiaron radicalmente. Ni la desesperación de los tripulantes del Open Arms tras 14 días en el mar con más de 150 personas a bordo consiguieron ablandar ya el corazón del presidente. Curiosamente mandó a su entonces mano derecha José Luis Ábalos, que fue el que puso la voz del Gobierno para decir que España no iba a dedicarse a atender a toda la inmigración que arribaba a Europa por mar.
Se acababa así la política de gestos solidarios e hipócritas del Gobierno sanchista. Sus socios le han dicho que no quieren ni un migrante en Cataluña, pero como en Salamanca el PSOE no tiene expectativas en las urnas, pueden hacer un centro para «hacinar» a los que lleguen a las costas canarias. Sánchez solo se acuerda de nosotros para estas cosas.
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