Boxeo en el fútbol modesto
Me gusta muchísimo el fútbol y me gusta muchísimo el boxeo. Por eso, no me importa que con frecuencia en el fútbol modesto salmantino, como ... ha ocurrido este mismo fin de semana entre los juveniles del Santa Marta y los del Helmántico, los partidos de fútbol giren bruscamente convirtiéndose de pronto en combates de boxeo, a raíz de una entrada a destiempo, una patada en la espinilla, o un insulto que funcione como detonante para cambiar de disciplina.
Lo malo es que estos jugadores de fútbol modesto, quizás por falta de instrucción, educación o puro desconocimiento del reglamento, una vez puestos a boxear tampoco respetan las normas pugilísticas más elementales y enseguida comiencen a sumar a los puños, los empujones, las patadas, los escupitajos, o los mordiscos, dando lugar a un espectáculo lamentable.
Y eso, sin tener en cuenta, que en las gradas, quizás por puro contagio, los padres de los mismos jugadores y el resto de espectadores también comiencen a zurrarse y a saltar al campo para defender a sus hijos y pelear con los familiares del equipo contrario y con cualquier otro aficionado que se ponga por delante. Al final, no vemos ni fútbol ni boxeo de calidad. Todo se transforma en una vergonzosa y patibularia reyerta que provoca mucha vergüenza ajena y que a veces termina convocando a las instalaciones los aullidos de las sirenas de Policía y ambulancias.
Fuera de coña. Estamos construyendo una sociedad enferma que ya no parece exagerado decir que comienza justo ahí en el congreso y otras instituciones nobles frecuentadas por los padres de la patria que en lugar de dar ejemplo se arrojan insultos unos a otros, con absoluta impunidad, vanagloriándose de ello (recuerden a Feijóo cantando el «me gusta la fruta» en un karaoke, banalizando el insulto que todos leímos en los labios de Ayuso dedicado a Pedro Sánchez o a Abascal naturalizando el uso de la violencia física contra Sánchez con aquello de que el pueblo lo «querrá colgar de los pies») y termina en estos altercados, cada vez más frecuentes justo en estos espacios donde parecía imposible que llegará la basura generalizada que se empeñan en tirarnos encima justo los que debían velar por cortarla de raíz.
No nos extrañemos tanto de que desaparezcan esos espacios que creíamos saludables, amistosos y deportivos. Lugares como esos en los que simplemente se reunían a divertirse y hacer deporte unos cuántos chavales corriendo tras un balón.
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