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Hace no tanto las parejas se enamoraban al son de baladas históricas -que luego recordaban para toda la vida-, o con la canción de moda de aquel verano en el que decidieron empezar una historia.
Soy de los que le da bastante vergüenza ajena cuando los novios irrumpen en el banquete haciendo como que están animadísimos -o recién drogados- porque está sonando 'su canción'. También sufro cuando el salón se convierte en el fondo sur del Bernabéu, con todos los invitados agitando las servilletas en plano 'cómo no te voy a querer…'. A duras penas sobrellevo ver a un amigo torpón balanceándose como Fraga en el centro de la pista en lo que se supone que es un vals nupcial.
Como cada uno hace el ridículo como puede -o le dejan-, el día de mi boda me negué en rotundo a bailar y en su defecto me lancé a cantar aquella canción que Humphrey Bogart le tenía prohibido volver a tocar al pianista negro de Casablanca: 'As time goes by'. No me atrevería a decir que esa sea 'mi canción' porque no la he vuelto a cantar y, a diferencia de Sam, tampoco me la han pedido, pero al menos es una canción que tiene historia, encanto, postureo...
Lo triste es que de aquí a unos años habrá quien diga: «¡Mira cariño, nuestra canción!», mientras suena de fondo el pegadizo 'Mercadoooona, Mercadona'. Todo por una broma que surgió en internet -imagino que ni siquiera es cierto- y que ha ido creciendo como una bola de nieve.
Primero se dijo que se había puesto de moda que de 19:00 a 20:00 acuda la gente soltera a Mercadona para ligar. Luego se sumó lo de meter una piña del revés en el carro como señal expresa de que se va buscando 'guerra'. Ahora se dice que cada producto extra en el carrito es una especie de código secreto de tus intenciones: la ensalada -que es perecedera- simboliza que buscas algo rápido; las resistentes lentejas claman por una relación larga y las patatas paja -aprovecho para decir me queda bastante bien el bacalao a la portuguesa-parece que tienen también su aquel. No lo sé.
Esos son los ingredientes, pero luego hay que chocar los carritos para ver si surge la magia. Debe ser algo así como intentar ligar en las 'coches chocones' de las Ferias, pero con menos riesgo de meterte en un lío.
Me pregunto qué tipo de pareja puede surgir de un germen así, pero dentro de lo malo se puede interpretar como una señal de regeneración.
Me dicen los jóvenes con los que comparto redacción -los que aún salen de fiesta- que en las discotecas ya no se liga. Las chicas, porque le cogieron pánico a las alertas de sumisión química y están hartas de moscones. Y los chicos que antes le tenían miedo a sufrir una cobra, porque ahora temen que les denuncien por el hecho de intentarlo.
El ligoteo se ha trasladado en bloque a las apps de citas, donde todos saben a lo que van. La nueva moda de buscar una aventura en el Mercadona -y otras cadenas- es hasta casi más noble que las aplicaciones, porque aquí no hay opción de trucar las fotos o falsear la edad... Bueno, mejor dejamos los chascarillos sobre apps de citas para otro día, no vaya a ser que pisemos algún charco de actualidad.
El caso es que si esto progrese va a cambiar el paradigma dentro de las parejas. Acudir a hacer la compra va a pasar de ser un marrón a convertirse en motivo de recelo. «¿Otra vez al supermercado? Tú tienes una aventura».
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