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Lo público no es de todos

Jueves, 11 de mayo 2023, 21:44

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Dicen que Buenos Aires es la ciudad con más manifestaciones del planeta. Con hasta dos protestas al día, muchos bonaerenses se han hartado de los continuos cortes de tráfico, el ruido y ahora el mensaje de los que protestan empieza a generar cierto rechazo.

El 'manifestódromo' en el que se ha convertido la entrada del Hospital de Salamanca también tenido una actividad frenética durante el último mes. Todo tipo de manifestaciones con un denominador común: exigir. En ocasiones solo se exige el cumplimiento de unos derechos adquiridos, que es bastante lícito. En otras, se exigen mejoras en las condiciones laborales. Por ejemplo, cobrar más dinero. Los salarios tienen que subir porque es evidente que la vida se ha encarecido, pero también puede suceder que la demanda venga justificada simplemente porque hay otros profesionales a los que les han subido el sueldo y por lo tanto tiene que ser café para todos. También se exige poder jubilarse antes, dejar de realizar ciertas funciones… ¿Y a quién se le exige todo esto? A la Administración pública, obviamente.

Los miles de salmantinos que solo hayan desarrollado su profesión en la empresa privada asisten a estas protestas con una mezcla de envidia y de estupor. No se imaginan a sí mismos plantándose con una pancarta ante el jefe de su empresa para decirle que se niegan a rellenar la bandeja de folios de la impresora impresora porque eso no figura en el convenio.

Tengo la sensación de que, a veces, cuando los trabajadores de la sanidad pública denuncian públicamente sus condiciones laborales llegan a perder un poco la percepción de la realidad que les rodea y pueden irritar al ciudadano. Recuerdo que durante la última Navidad hubo una oleada de sanitarios que tenían guardia de Nochebuena y compartieron en redes una situación que consideraban indignante y una falta de respeto… ¡Que no les habían servido marisco en la cena de la guardia! Lo primero que uno se pregunta al ver esta queja es si, a lo mejor, esa noche están trabajando gratis y, entonces sí, habría sido un buen detalle compensar su altruismo con unos langostinos. Por lo visto, una guardia de Nochebuena oscila entre los 1.400 y los 600 euros -en función de la comunidad autónoma- que es lo que cobra mucha gente en todo un mes. ¿Nadie se para a pensar que al ciudadano de a pie le puede parecer mal que alguien que cobra por un día lo que otros reciben en un mes, encima 'llore' por unas gambas?

Lo curioso es que desde hace años, cuando se critica el estado de la sanidad de Castilla y León y se lanzan propuestas para mejorar, nunca falla la sugerencia de incorporar al sistema público a profesionales que ahora mismo prestan su servicio desde el sector privado. Desde el punto de vista del profesional parece claro que las ventajas superan a los inconvenientes, pero ¿estaría igual de claro desde el punto de vista del paciente?

¿Si el personal sanitario trabajara bajo los criterios de la empresa privada y su salario dependiera directamente de la productividad -tantos pacientes atiendes, tanto cobras- existirían las actuales listas de espera?

Hace un par de meses el consejero de Sanidad acudía al Hospital de Salamanca y a eso de las 13.30 se topó de frente con un especialista que salía del Complejo. La explicación que le dio al jefe de la Sanidad de Castilla y León es que se marchaba a «hacer atenciones a domicilio». Los testigos que presenciaron aquella escena cuentan que Vázquez tiró de ironía: «¡Cómo me alegró de que los especialistas del Hospital de Salamanca hagan consultas incluso en los domicilios!», dijo, pero al día siguiente nada cambió.

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