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Opinión

El futuro

Como sigan así las estadísticas de natalidad y mortalidad no iba a quedar gente en la ciudad ni para refunfuñar de las macetas

Viernes, 23 de agosto 2024, 06:00

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Cuesta imaginar como será el futuro que nosotros ya no veremos. Cuesta porque da hasta un puntillo de dolor el mero hecho de intuirlo, pero acabamos de ver estadísticas muy esclarecedoras.

De este mismo jueves: el Instituto Nacional de Estadística ha publicado su último informe sobre nacimientos y la curva refleja que los alumbramientos han caído un 25% durante la última década. Dicho de otra manera más gráfica: si tomamos como referencia los datos de 2014 se puede decir que uno de cada cuatro bebés que tendrían que haber nacido en 2024, nunca llegó a nacer. Son 52.000 nacimientos menos de enero a junio y la previsión de que sean 100.000 a final de año. 100.000 futuros cotizantes que no cotizarán. 100.000 futuros trabajadores que habrá que buscar en otro lado.

Sobre la natalidad se puede intervenir desde distintos enfoques, pero lo que está claro es que la otra estadística, la de defunciones, no tiene freno.

Echamos mano de otra estadística que encontrarán ampliada en la página 7 del diario de hoy. Lo dice 'The Lancet Public Health': las muertes por calor en Salamanca se van a multiplicar por seis hasta el año 2100. Si el pasado año se registraron cerca de 500 muertes en Salamanca atribuibles al calor, en el futuro van a ser 3.000. Y hablamos solo del calor. La progresión de muertes por otros motivos puede ser hasta peor.

Quiero creer que en todas las épocas ha habido agoreros que se equivocaron. Que en la Antigua Roma, cuando la esperanza de vida apenas llegaba a los 30 años, también dirían que la humanidad no iba a llegar ni al siglo siguiente. «Aquí no va a quedar ni Cristo», bromearían los cuñados de por entonces. O que quizás en la Edad Media, rodeados de porquería y enfermedades, asumían que la situación nunca mejoraría.

¿Cómo sería la Salamanca de 2100?, nos preguntamos ahora. De continuar así las tendencias de natalidad y mortalidad no habría gente ni para refunfuñar de las macetas que, todo sea dicho, tampoco están tan mal.

Cierto es que la calle Compañía es una de las postales por excelencia de la ciudad. Una estética perfecta que no necesita añadir ni quitar nada. Pero al margen de esa calle en concreto, no me parece para tanto el revuelo. Se trata de una apuesta que es temporal -no va a quedarse ahí para siempre- y que tampoco es tan arriesgada. No estamos hablando de techar toda una calle con paraguas o extravagancias así como hemos visto en el centro histórico de otras ciudades.

No estamos hablando de una hilera de casetas en plena Plaza Mayor. ¿Qué mal le hace un adorno de este tipo a ubicaciones como Santa Eulalia, Sol Oriente, Plaza de la Constitución, Bientocadas...?

Ya se ha pulsado la opinión de las calles y para nada existe un clamor contra los maceteros. Lo curioso es que los turistas lo ven como un aliciente interesante, mientras que son los propios salmantinos quienes más se rasgan las vestiduras, pero es que eso también es muy nuestro.

Hay que arriesgar porque no se puede gobernar pensando en agradar a todos. No porque no sea un objetivo plausible, sino porque sencillamente es ciencia ficción. No existe, es imposible.

¿Salvamos a la UDS? «No con mis impuestos que eso es una empresa privada y a mí no me salva nadie». «Sí, que es un activo de la ciudad».

¿Reivindicamos mejores trenes para la ciudad? «Sí, porque atraen turismo y retienen trabajadores». «No, porque yo ni los uso y dicen que a veces no van llenos».

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