Secciones
Destacamos
Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.
Opciones para compartir
Me bajé del barco del fútbol salmantino hace dos años, hastiado de ver cómo el proyecto con el que te identificas, no solo camina hacia atrás en lo deportivo, sino que encima se jacta de no necesitar a los aficionados.
La gota que colmó el vaso fue la de recurrir al veto a los medios de comunicación que incomodan, que es una situación que jamás había visto.
Durante los años en los que cubrí la información de la Unión Deportiva Salamanca también pasé por etapas en las que mi relación con el mandatario de turno no era óptima. Etapas de distanciamiento -por decirlo suave- con Pascual, Hidalgo, Adame… Algo totalmente normal en esta profesión, en la que muchas veces publicas informaciones incómodas para los dirigentes. Pero por muy mala que fuera la relación personal, la línea que nunca se llegó a cruzar fue la de denegar la acreditación para cubrir los partidos, vetar la entrada en ruedas de prensa o prohibir hacer declaraciones a los futbolistas.
Aquí todo se fue acumulando. El mal juego, la forma de actuar y la pérdida de categorías fueron echando al público del estadio y generando una capa de indiferencia que hace que ni prestes especial atención a la marcha del equipo, ni te afecte lo más mínimo que las cosas le vayan bien o mal. Fue un desamor tan abrupto que desde hace tiempo los resultados del Salamanca me emocionan lo mismo que los del Tomelloso.
Creía que ese desapego era global -no solo mío- y que era definitivo, pero el pasado domingo me di cuenta de que ninguna de las dos ideas era cierta. Estaba equivocado.
Todavía no le encuentro una explicación a que más de 15.000 personas acudieran al estadio. No me vale el argumento de que las entradas fueran baratas. ¡Es que ni gratis esperaría una afluencia así! Tampoco me sirve la teoría de que un porcentaje de esos aficionados se pensaba que el Salamanca se jugaba el ascenso a la Liga Smartbank -la Segunda A de la LFP- en lugar de a la cuarta categoría del fútbol español.
Supongo que los seguidores del Unionistas consideran que el mero hecho de apoyar a otro equipo que no sea el suyo -al Salamanca, en concreto- es tener una merma intelectual, pero concluir que miles de personas han procesionado hasta el Helmántico sin saber en realidad lo que iban a ver, es mucho presuponer e implica también un fuerte desprecio hacia la ciudadanía.
El caso es que donde hubo llamas, quedan brasas. Cuando vi las fotografías del Helmántico a rebosar, la palabra Salamanca en el mosaico, los puños en alto celebrando un gol… Hubo algún tipo de cable que hizo contacto y rescató viejos sentimientos. Nos volvimos a ver a nosotros mismos desgañitándonos con el cabezazo de Urzaiz, celebrando el gol de Miku o conteniéndonos las ganas en un pupitre de prensa cuando Kike López evitó el descenso en Villarreal.
Del mismo modo, cuando leí que el partido había terminado con derrota me apenó. No por el proyecto -en el que sigo sin creer- sino por el sentimiento que, definitivamente, sigue vivo. Ya han pasado diez años desde que la Unión Deportiva Salamanca entró en liquidación. Es un tiempo suficiente para comprobar si los salmantinos siguen viendo a este equipo como una continuación de la UDS o ya solo ven a un club totalmente nuevo en manos de un empresario mexicano.
Cada uno tenemos un distinto grado de tolerancia al cambio. Podemos ser más o menos puristas con los sentimientos, pero después de una década, la conclusión es que la UDS seguirá 'viva' aunque ya no exista la original. Durante los últimos días la gente ha hablado de la Unión y de la UDS en presente, con ilusión y sin tapujos. Sin ninguna preocupación de que les tachen de nada. Y eso lo ha traído el paso del tiempo.
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.