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Opinión

Desentrenados

La senda del progreso exige recorrerse en tren. Ese que no podemos dejar pasar

Miércoles, 31 de julio 2024, 05:30

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El calor estival se ha sumado al bochorno que provocan las abundantes y descorazonadoras noticias de ámbito ferroviario concitadas los últimos días, como una aciaga conjunción de planetas, refrendando que las desgracias nunca vienen solas.

Ha sido toda una prueba de resistencia hasta para los de natural optimista, la mili del lector salmantino seguidor del tema. El jarro de agua fría, de los que no alivian las altas temperaturas de la estación (la única que nos va a quedar con ese nombre, a este paso), que ha sido la exclusión de Salamanca de la reciente extensión a la mayor parte de nuestra Comunidad del Ave «low cost», ha coincidido con retrasos de horas en la línea Barcelona-Salamanca y trenes entre Madrid y la capital charra; con los comités de Renfe y Adif tildando de inviable el nuevo plazo del Gobierno para la electrificación de la vía férrea fijado en 2025; con casi un lustro acumulado de inactividad de los ferrocarriles de pasajeros que nos unían con Portugal (¡tan cerca y tan lejos!), y con la enésima solicitud de Carbayo, a los oídos sordos del Ministerio, del quinto Alvia y frecuencias del cuarto en fines de semana.

Los próceres gubernamentales parecen pensar que nos quejamos de vicio. Quizá no entendemos la sutileza de su mensaje. Los tiempos de viaje a la capital de España no solo no se han acortado: se da la paradoja de que ahora son más dilatados que hace dos décadas. Pero que el tren vaya al trantrán, pueden alegar, encarna el emblema del universitario Patio de Escuelas Mayores «Semper festina lenter», siempre apresúrate despacio. ¿Y acaso no nos están permitiendo disfrutar más tiempo sentados en el vagón, como cuando de niños nos subíamos en el tiovivo de la feria, que procurábamos estar el mayor tiempo posible allí encaramados? Si queremos rapidez, parecen indicarnos, siempre nos queda la cápsula del astronauta de la catedral. Porque de seguir los agravios y recortes inmisericordes del alcance ferroviario, pronto tardaremos menos en llegar al destino haciéndonos hueco entre la vinagre de las alforjas del burro de Villarino o sobre el lomo de un pato de la Alamedilla.

El tren, medular para atraer y asentar población, es un imprescindible respaldo a los grandes resultados de Salamanca en turismo, innovación, educación, el español... Titánica la labor de la sociedad local, logrando posicionarse en cabeza en estos y otros aspectos, a pesar de estas comunicaciones cada día más obsoletas, entre avances de otros territorios. La senda del progreso exige recorrerse en tren. Ese que no podemos dejar pasar.

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