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Es escuchar la palabra «septiembre» y el cerebro recibe automáticamente dos señales: vuelta al cole y ferias y fiestas de Salamanca. Durante toda la vida han ido unidos estos dos acontecimientos que te provocaban nostalgia y alegría a partes iguales. Había que volver al colegio, ya era hora, por un lado te apetecía reencontrarte con tus amigos, incluso con tus profesores pero por otro sabías que estos días del pueblo, de la piscina, de la despreocupación y de la falta de obligaciones se habían terminado.
Los niños de Salamanca siempre tuvimos la fortuna de que a la vez que estábamos forrando los nuevos libros y cuadernos y le quitábamos la etiqueta a la mochila que estrenábamos nos estaba esperando un paseo por la feria de muestras o una tarde en los cacharritos con varias vueltas en los 'coches chocones'. Porque así los llamamos en Salamanca aunque el resto de España no nos entienda. Y los que tuvimos todavía mejor infancia también sabíamos que algún día de toros en La Glorieta se iba a intercalar con las clases del nuevo curso.
Era una vuelta al cole suave, progresiva, de menos a más. Madrugando en esos primeros días pero sabiendo que a la salida aún quedaba jornada de bonita diversión. Y me doy cuenta ahora que no todos han tenido la misma suerte en sus vidas.
También ha habido «vuelta al cole» del ministro Óscar Puente después de unas vacaciones donde parece que ha cargado las pilas y su capacidad dialéctica. Porque ya se han recuperado también las comisiones en el Congreso de los Diputados y el ministro de Transportes se ha despachado a gusto. Parece que ha pedido disculpas a los usuarios de la red ferroviaria que atraviesa una de las mayores crisis aunque Puente diga lo contrario. Pero después de pedir esas disculpas, a la vez, ha asegurado que estamos en el mejor momento de la historia de la red ferroviaria. A pesar de la derecha, matiza. Parece no recibir los suficientes halagos y decide autopuntuarse con tres puntos por todas las explicaciones que ha dado, que son insuficientes para el resto, y anima a que la oposición pida su dimisión. Dice, jocoso, que así apuntalan su cargo. Y no va desencaminado el ex alcalde de Valladolid, porque estamos ante un gobierno, el más numeroso, en el que nadie ha asumido responsabilidades, y mucho menos ha decidido irse, al revés. Basta que se pida la dimisión de un ministro de este gobierno para que estés alargando su vida. Y más cuando eres un maestro de la oratoria, como es el caso del ministro de los trenes estropeados.
Especial interés va a tener la «vuelta al cole» de María Jesús Montero. Estamos todos pendientes de sus explicaciones el próximo miércoles en el Senado sobre la 'financiación singular', el 'cupo catalán' o como quiera llamarlo la ministra de Hacienda. A juzgar por su también famosa verborrea podrá decir una cosa y la contraria en la misma frase y quedarnos como estábamos sin saber lo que viene ni en qué consistirá.
La «vuelta al cole» de Pedro Sánchez ha sido por Gambia. Se ha desviado un poquito pero le venía bien alejarse de España durante la mayor crisis migratoria de los últimos tiempos. Sus vacaciones en Canarias le han impedido que se pusiera al frente de un problema determinante para las Comunidades Autónomas y ha decidido irse de gira para intentar resolver allí lo que no ha afrontado aquí. Además le ha servido para tener una crisis de pareja con su vicepresidenta Yolanda Díaz porque no le ha gustado lo que ha verbalizado, que la inmigración ilegal, en cualquier caso, en un problema para la sociedad. Para Díaz, también Sánchez forma ya parte de la fachosfera.
Es cierto que al presidente del gobierno le espera un nuevo curso movido. Los Presupuestos Generales del Estado podrían ser una prioridad pero están más cerca de la prórroga que de la renovación, teniendo en cuenta el desorden de socios que tiene el ejecutivo en el Congreso. Pero los necesita poner en orden, entre otras cosas, para aprobar esa financiación singular que se han sacado de la manga para Cataluña. Una vez más comprobando, desde Castilla y León, el privilegio de unos ciudadanos frente a otros. Y parece que así seguiremos. Del que no sabemos cómo será la vuelta al cole es de Puigdemont porque lleva 'haciendo novillos' desde 2017.
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