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Yo sugerí dedicarla a museo del garbanzo pedrosillano, pero nada, fracasé. El caso es que 15 años más tarde vuelve el asunto de la Torre de los Anaya, en el cruce de las calles de San Pablo y de Jesús. La torre ha servido como sede del Instituto Interuniversitario de Estudios de Iberoamérica y Portugal, y también como cuna del penoso y efímero Museo Oriental de Salamanca. Más tarde alguien propuso transformar el edificio en un castizo museo del traje charro. Para animar el cotarro, fue entonces cuando yo me lancé al ruedo y aventuré lo del pedrosillano. Ofreciendo opciones, claro: si no pareciera apropiado, la Torre podría albergar un museo dedicado al farinato, ese gran desconocido fuera del territorio salmantino. Mis palabras no alcanzaron el eco merecido: nadie secundó mis propuestas, que fueron injustamente tomadas a broma.

Pasaron los años y, como se anunció más arriba, volvió a plantearse el asunto: ¿a qué podría dedicarse el bonito edificio? Las propuestas habían madurado: la idea fundamental era convertir la Torre de los Anaya en un centro cultural con un amplio abanico de manifestaciones: teatro, música, cursos, conferencias, exposiciones... El centro cultural además contará con una biblioteca y una ludoteca. Y algo más. Informa LA GACETA del 8 de septiembre que la Torre de los Anaya y alrededores se verán enriquecidas con marquesinas o pérgolas verticales. Bueno, ya veremos cómo le sientan a la plaza de Colón tales apéndices. Lo que realmente me entusiasma de las ideas renovadoras de nuestras autoridades locales, sostenidas en parte por la Unión Europea en su proyecto LIFE, es que han de servir “para generar un espacio urbano más sostenible”. ¿Cómo se podría conseguir tal cosa? Muy fácil.

Primer ejemplo: puede meterse al campo en la ciudad importando mosquitos y creando para ellos una especie de ‘hotel de insectos’ en la plaza de Colón. Naturalmente, el hotel quedará a cargo de un entomólogo que eliminará los ejemplares de mosquito tigre y, sobre todo, de mosquito con virus del Nilo Oriental. Si localiza uno de estos bichos peligrosos posado en el pestorejo de algún viandante, el entomólogo estará autorizado para cargárselo (al bicho) soltando una buena colleja.

Segundo ejemplo: para enriquecer los contextos urbanos se acomodará en un refugio a los murciélagos de la zona. En este caso, y con el único objeto de tranquilizar a los vecinos y paseantes, el experto en quirópteros deberá proceder de Wuhan o, si no fuera posible, de Transilvania.

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