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Muchas veces solemos criticar, quejarnos, poner el grito en el cielo por algo que consideramos una injusticia, una falta de atención, incluso nos manifestamos contra el error o contra el perjuicio causado por otro a intereses particulares o colectivos. Solemos estar dispuestos a enarbolar la bandera de nuestros derechos en cualquier momento, pedir justicia y que se escuche nuestra voz. Pero no solemos hablar y agradecer cuando se nos escucha y se reparan aquellos males que tanto criticábamos.

Este ojo que observa hoy considera que, al igual que en otras ocasiones arremetió desde esta columna de opinión contra la falta de atención a los usuarios del Hospital Los Montalvos y la penosa situación de la carretera a Matilla de los Caños, es de justicia reconocer el esfuerzo hecho por la Diputación de Salamanca para enmendar esa realidad que ponía en riesgo vital a sus usuarios. Consideramos que el trabajo realizado subsana las deficiencias de este corredor, por otra parte muy utilizado por urbanizaciones, fincas, vecinos de Matilla y de la zona.

No es la primera vez que desde aquí alzamos la voz contra la despoblación del mundo rural. No cabe duda de que tener las infraestructuras de carreteras aptas, ayuda a que la población rural no se sienta abandonada por sus políticos y que por el contrario, se note amparada y apoyada en sus necesidades. Las diputaciones, en territorios tan amplios como el nuestro, deben ser las garantes y primeras luchadoras por la sostenibilidad del mundo rural. Atender sus carencias y las de sus ciudadanos debe ser el objetivo prioritario, pues de ello depende la propia subsistencia de municipios y sus entornos.

Siendo valiente yo iría aún más lejos. Deberían ser plataformas mucho más activas en la lucha, no sólo por los derechos, sino por llevar inversiones que sujeten la población al medio rural. Este medio proporciona a toda la ciudadanía la base de su sustento: cereales, hortalizas, frutas, carnes... todo lo necesario para vivir; cuidan los bosques, los ríos, mantienen los ecosistemas y prodigan un modo de vivir y una cultura que equilibran el mundo urbano.

Las infraestructuras y los diferentes tipos de comunicación han de ser objeto siempre de atención. Pero no olviden que, si en el siglo XX fueron las carreteras las principales vías de comunicación, las actuales en el siglo XXI con mayor proyección son las vías tecnológicas, como internet y hay que potenciarlas para que lleguen, y con suficiente velocidad, a todo el medio rural.

Se agradecen las medidas tomadas para reparar las carreteras tradicionales, pero queda muchísimo por hacer para impedir que haya ciudadanos de primera (urbanitas) y ciudadanos de segunda (rurales). Si no se dan servicios y se quitan los existentes o no se atienden, ¿cómo pensamos sujetar su población? Ni el más enamorado se quedará.

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