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Europa recupera poco a poco la movilidad educativa tras la pandemia, con la ambición de recuperar cuanto antes las cifras del curso 2019-2020, que arrancó con 154.428 extranjeros matriculados en el sistema universitario español (SUE). Representaban el 27,4% de los estudiantes de doctorado y el 5,8% de los de grado. El 71,9% de estos últimos procedía de la Europa de los Veintiocho y la tendencia era ascendente. España es, además, de lejos, el destino favorito de los Erasmus, con 52.830 becados en 2018-2019 que nos sitúan por delante de Alemania (34.750). Francia, (31.063), Reino Unido (30.501) e Italia (29.516). Sin embargo, cuando los erasmus llegan a España y se reparten por universidades, en Salamanca salimos perdiendo.

Cataluña es la segunda comunidad que más estudiantes recibe: 29.000 en el curso 2018-19, según los últimos datos disponibles del Ministerio de Universidades, por detrás de Madrid, con prácticamente la misma cifra, seguidas éstas de Andalucía. Por universidades, la Autónoma es la que más alumnos extranjeros recibe en el marco de programas de movilidad, entre ellos el Erasmus (3.963 en el curso 2018-19), seguida de la Universidad de Barcelona (2.117) y la UPF (1.886), según el Idescat. El top ten informal que circula en las redes lo configuran Granada, Complutense, Valencia, Sevilla y Barcelona. En cuanto a nosotros, la última cifra de erasmus que encuentro es del curso 2017-2018 y es de 697. En el curso 2011-2012 fueron 856, así que vamos hacia abajo. Y esos 697 componían el 33% del total que recibió ese curso Castilla y León, 2.690.

Personalmente, soy incapaz de imaginar qué razones pueden llevar a un estudiante europeo a elegir cualquier otra ciudad española, aparte de la ignorancia y de reclamos tan burdos como la playa, aunque he de reconocer aquí cierta ceguera por mi parte. Pero tanto la ignorancia como los reclamos se contrarrestan con información y diplomacia. Salamanca debería contar con embajadores en Europa que pongan el nombre de nuestras universidades donde verdaderamente les corresponde. No solamente porque hemos hecho de la enseñanza del español una bandera que reporta grandes beneficios a la ciudad, sino porque nuestro futuro se dibuja con los trazos del intercambio y el conocimiento. Esos erasmus que hoy se sientan en la Plaza, despreocupados y con ganas de fiesta, son los profesionales que mañana harán negocios, decidirán estrategias, diseñarán políticas europeas o dirigirán departamentos de investigación. Y no será lo mismo si probaron las mieles de Salamanca y se dejaron acoger y pulir por el buen hacer de nuestras universidades que si se fueron con una imagen de España esculpida en otros entornos educativos en los que, créanme, Salamanca no existe.

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