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La del malagueño José de Salamanca es una de las biografías más apasionantes del siglo XIX. Un tipo que pudo ser fusilado por su cercanía a Torrijos y terminó siendo ministro de Hacienda, aprendiendo artes que más tarde hicieron de él un emprendedor y especulador de referencia, objeto de sablazos por los bohemios de su época y con asiento preferente en el mítico restaurante Lhardy. Suyo es el marquesado de Salamanca por gracia de Isabel II desde el 30 de septiembre de 1866 y también el Barrio de Salamanca, que ha incendiado esta semana las redes con su manifestación de “cayetanos” y ese vecino destroyer con palo de golf, que nos trajo el recuerdo de Jon Manteca, alias “Cojo Manteca”, y su muleta trituradora del mobiliario urbano en las manifestaciones estudiantiles de 1987, que aquí coincidieron con las que pedían que Salamanca no fuese un cementerio nuclear. Hoy serían para no ser simplemente un cementerio.

Hoy, el marqués de Salamanca es brasileño, Olavio Egidio Manteiro de Carvalho y Salamanca, uno de los ricos de Brasil, según Forbes, y sus sucesores quizás ya no utilicen el apellido Salamanca, lejano para entonces del nombre. Desconozco si el marqués estará o no al corriente de lo sucedido en el barrio de su antepasado, cuando hemos superado los dos meses de confinamiento y vislumbramos el momento del abrazo a los nuestros, como el abrazo que esta semana se quedó huérfano por la muerte de Juan Genovés. El “abrazo” de la Transición, que pintó Genovés, vuelve a ser una metáfora en estos tiempos de aislamiento en pisos y apartamentos. Un deseo. Quizá se reponga en la tele “El Pisito”, película inspirada en una novela de Rafael Azcona y en las Conversaciones Cinematográficas de Salamanca, que estos días cumplen 65 años y se celebraron por empeño de Basilio Martín Patino; y también “El Apartamento”, de Billy Wilder, que en México se estrenó como “Piso de soltero”, para recordarnos la madrileña casa de los líos de Ayuso con vistas a la fase 0 Plus en la que entramos también los salmantinos de la capital. En Cataluña es 0,5, que no es el cero patatero de los exámenes de entonces –algo habíamos estudiado—ni la tasa de alcoholemia de un juernes de antes. Aquí, la Fase 1 es cosa de la Salamanca vacía y vaciada mientras la urbana espera la gloriosa venida de María Auxiliadora para alcanzarla y plantear si ponemos o no fielatos de temperatura en las entradas para los visitantes, por si acaso. Habrá que estar atentos al alcalde, Carlos García Carbayo, que acaba de poner en marcha algo parecido a Salamanca Central, desplegando peatonalizaciones, estrechando así nuestros lazos con el Madrid de Carmena y Almeida. Ideal para estos días en los que caminamos por encima de nuestras posibilidades, algo que atenuará la apertura de las terrazas cuando llegue. Vamos de allá para acá, ida y vuelta, como la exposición en el DA2 de Luciano Méndez Sánchez, que aún se puede visitar virtualmente, como la “Hecatombe”, de Ramiro Tapia, cuyos paisajes recrean el mundo al quizás caminamos, dos muestras que se han abierto en internet para el Día Internacional de los Museos, más accesibles en la fase 0 Plus, que se celebra este lunes.

La muerte de Julio Anguita ha dejado desolados a sus suyos, que en Salamanca iban y venían. Ahora era un referente de Podemos y su entorno, o sea, a la vejez viruelas. Al “Califa Rojo” le casó Javier Iglesias en Ciudad Rodrigo con una paisana, María Agustina Martín, así que era una figura habitual en la Miróbriga amurallada y alguna visita hizo al Clínico. El corazón.

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