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En estos días, abundan los nacimientos de variada entidad, grandes y pequeños, humildes, magníficos, públicos y privados, pero respondiendo en todo caso a la oportunidad de recordar el evento más importante de la cristiandad, con una proyección universal en la que han ido ganando terreno los objetivos de una sociedad de consumo dominante de la situación que más que sumar se multiplica en torno a las fechas de celebraciones otrora religiosas y ahora fundamentalmente paganas. Cuando el niño creció echó a los mercaderes del tiempo, pero hoy son los mercaderes los que diseñan el portal como reclamo de sus mercancías.

Las figuras imprescindibles son la Virgen, San José y el Niño, con la vaca y el buey que dan ambiente humilde al entorno. Luego deben de añadirse los pastores y los Reyes Magos llegando. Los pastores andaban por allí, sin enterarse de lo que ocurría y tuvo que aparecérseles un ángel que les informó de lo que estaba ocurriendo. No se habían enterado de nada a pesar de la transcendencia del acontecimiento.

Me parece que en el momento actual la gran mayoría de los ciudadanos se encuentra representada por los pastores de Belén, porque no se acaban de enterar sobre los que se está cociendo en el portal de nuestro Gobierno en “ funciones” que pretende seguir “funcionando” de manera más definitiva a través de pactos y conversaciones sobre los que se escribe y elucubra para conseguir seguir mandando, que es de lo que se trata, aunque haya que acudir a cualquiera que pase por allí.

Y al igual que los pastores estamos esperando el ángel que nos pueda orientar en la oscuridad del ambiente que nos invade, a ciencia cierta no conocemos ni siquiera el credo de los que pretenden gobernar. Estamos como los pastores en Belén, esperando la visita angelical. No se sabe bien si llegará antes que los Reyes Magos, o después. El ángel representa la orientación a seguir y a fe que por mucho que miramos no lo descubrimos en el firmamento multicolor que se nos exhibe, y en el que perdemos la mirada.

En nuestro día a día de este final de 2019 estamos inmersos en una incertidumbre política y social tan preocupante que ni siquiera la Navidad y su parafernalia ha logrado postergarla. En ausencia de la obligada transparencia abundan diferentes pronósticos nada halagüeños ensombrecidos con nubes borrascosas. Se nos quiere hacer ver la transcendencia de un informe de la Abogacía del Estado, que no es otra cosa que un dictamen jurídico, de esos que los independentistas se pasan por donde don Justo. A los propios miembros de la Abogacía del Estado les preocupa el inusitado protagonismo, en un río tan revuelto en el que se buscan asideros para soluciones de compromiso, porque alguien tiene que pagar el pato de tanto despropósito. Nos tienen pendientes de algo que nada puede resolver, pues una vez que se conozca, las interpretaciones serán al gusto, y para algunos podrá servir de base a la interesada solución.

¿Dónde está el ángel salvador? Los pastores lo esperan impacientes. A lo mejor hay que esperar a la magia de los Reyes que vienen desde oriente en una singladura bien definida. No se van a perder porque a pesar de la distancia saben muy bien lo que quieren. Quieren festejar el evento y es probable que lleguen antes que los pastores. La magia se ha convertido, pues, en la esperanza. Pero la solución a la desorientación de los pastores no puede encontrarse en ese mundo mágico que solo sirve para los pequeños, para los niños, para los muy niños, porque cada poco baja la edad de las creencias y en los mayores abunda la incredulidad que ahora se une a la preocupación, a la sorpresa que tenemos a vuelta de cada esquina, sin saber los que nos espera en la siguiente. Mi amigo Manuel es optimista porque dice que siempre hemos salido de peores atolladeros, aunque la última fotografía que vio en la tele de los personajes en cuyas manos estamos, precisará a la vez que al fin se encuentre la luz no del ángel sino de un arcángel y la magia de los Reyes de Oriente.

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