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Sánchez acabar de izar otra vez el viejo espantajo del “que viene la derecha”, basado de nuevo en una mentira, como a él le gusta, porque no hay indicio alguno de que PP, Ciudadanos y Vox puedan sumar para gobernar tras las elecciones del próximo domingo.

Se trata de una estrategia un tanto a la desesperada por parte de un presidente en funciones que ve cómo la mayoría de las encuestas, dejando a un lado la servida a la carta por máster chef Tezanos, le auguran un resultado rozando el ridículo, con igual o menos escaños que en abril. A la desesperada porque el “efecto dóberman” cada año que pasa tiene menos efecto. En esta ocasión, los españoles tienen la referencia del ejecutivo autonómico de Andalucía para dilucidar si el apoyo externo de Vox a un acuerdo PP-Cs implica el descenso a las cavernas de la ultraderecha o permite gobernar con mesura y austeridad. Solo hay que mirar al gobierno de Moreno Bonilla para comprobar la ineficacia de esos trasnochados espantapájaros.

Si la alerta roja de Sánchez no tiene un pase, qué decir de la alarma lanzada por Fernando Pablos ayer en Salamanca, cuando pedía que los salmantinos llenen las urnas de votos al PSOE “para evitar un gobierno como el de populares y naranjas en la Junta de Castilla y León”. Raya lo patético. Porque hay que tener cuajo para escandalizarse, como hace Pablos, de un pacto como el que une a Fernández Mañueco con Igea, y callar como un muerto ante acuerdos como el de Chivite con los nacionalistas recolectores de nueces de Geroa Bai y los neocomunistas de UP e IU, con el apoyo de los filoterroristas de Bildu, por poner solo un ejemplo.

Cristina Narbona, que compartió con Pablos el emotivo acto de homenaje a los socialistas salmantinos con más de cuarenta años de militancia, incurrió en el mismo error de poner a Andalucía como ejemplo. La presidenta nacional del PSOE avisó de un hipotético “retroceso” de la democracia en España si Vox llega a marcar la política del PP y de Cs como ocurre en Sevilla y pidió a los electores que pregunten a los andaluces qué están haciendo Moreno Bonilla y sus colegas “con el dinero para las víctimas de la violencia de género, o para la memoria histórica o la lucha contra el cambio climático”. Desde luego, hagan lo que hagan, no será nada peor que lo que hicieron Chaves, Griñán y sus colegas con más de seiscientos millones de euros de los EREs.

En tiempos de campaña, no hay mesura ni comedimiento. Yen el habitual cruce de improperios, obligado para los líderes de los partidos cuanto estamos a solo una semana de votar, Fernández Mañueco concentró ayer sus baterías en el PSOE y mantuvo un cuidado exquisito de no dañar a sus compañeros de gobierno. El presidente de la Junta y del PP regional ahondó en la herida del uso partidista de la Moncloa por parte de Sánchez, a quien acusó de vaciar los bolsillos de los españoles con sus “viernes sociales”.

En cambio Igea no se corta un pelo a la hora de atacar al PP en sus apariciones electorales. El vicepresidente de la Junta volvió por donde solía, al calor de los arrimones al PSOE, quizás porque ya ha olvidado lo mucho que le han arreado en los últimos meses Luis Tudanca y sus portavoces. Igea retorna a la equidistancia y pide a los votantes que se olviden a los “partidos con tortícolis, que solo miran para un lado como el PP y el PSOE”. El líder de Cs incluyó en su lista de formaciones de cuello duro al PSOE, a pesar de que Sánchez ha mirado con ojitos tiernos en más de una ocasión a su jefe Albert Rivera y se olvidó de Vox y Podemos, que esos sí que tienen el pescuezo girado.

El personal está de los nervios, con tendencia a empeorar a medida que se acerca la cita con las urnas. En algunos casos el delirio llega al paroxismo de la alucinación. No otra cosa es la propuesta de Íñigo Errejón de proponer la dimisión de Sánchez, Iglesias y la suya propia si no se ponen de acuerdo para gobernar tras las elecciones. Menuda tontería. Mejor sería una apuesta alternativa: que dimitan los tres si sus diputados no suman mayoría para gobernar. No hay...

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