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No estoy seguro de que trabajar en invierno sentado durante ocho horas en una oficina a menos de 19 grados sea lo más sano. Lo normal es que se te queden las manos frías y no dejes de frotarte la nariz. Lo digo porque lo he experimentado en mis propias carnes cuando me ha tocado estar delante del ordenador en casa y mi mujer me tenía limitado el termostato de la calefacción, cuyo manual de instrucciones no consigo entender.

Pero, claro, este verano, en vista del duro invierno que se avecinaba como consecuencia de la invasión de Ucrania, el Gobierno quiso ponerse al frente del ahorro energético y obligó mediante su fórmula mágica -el decreto ley- a que la temperatura del aire no supere los 19 grados en sus oficinas administrativas.

Y no contento con machacar a sus funcionarios, que han tenido que desempolvar sus guantes de lana y sus camisetas térmicas, lanzó a primeros de mes una desafortunada campaña publicitaria en la que banalizaba las sesiones de terapia de rehabilitación de Alcohólicos Anónimos y venía a llamarnos a todos ‘derrochólicos’ si no dejábamos de malgastar energía.

Pero hete aquí que a un redactor de este periódico se le ocurrió darse una vuelta por las administraciones públicas dependientes del Estado en Salamanca y fotografió los termómetros que estaban a la vista. Y casi sin querer descubrió que el verdadero ‘derrochólico’ era el propio Gobierno. Y eso que todavía no ha llegado el frío invierno salmantino, ese que se te mete hasta los huesos.

En el vestíbulo de la Agencia Tributaria el termómetro marcaba unos agradables 24,7 grados, en Vialia -unas instalaciones de titularidad estatal- se veían dos grados más de los permitidos y en la zona de atención al público del Instituto Nacional de la Seguridad Social ocurría otro tanto de lo mismo. Alguien me dirá que los aparatos medidores son como esos que se ven en algunas calles, que fallan más que una escopeta de ferias. Pero ya es casualidad que los tres termómetros marquen una temperatura superior a la permitida.

Algunas administraciones, para evitar la picaresca de sus trabajadores, han limitado sus sistemas de calefacción para esquivar que ocurran situaciones como la que denunció este diario. Es más, incluso han prohibido llevar estufas eléctricas al trabajo para combatir el fresquete porque si este hábito se generalizaba podría llegar a suponer un gasto mayor de energía.

Para calentar el ambiente -que no la oficina- ahora a los sindicatos UGT y CCOO se les ha ocurrido convocar una manifestación para este domingo al mediodía en la Gran Vía de Salamanca. El lema es sorprendente: “Defendamos la democracia”. Y luego hablan de igualdad, trabajo digno, sanidad, servicios públicos, medio ambiente, educación... Vamos, lo de siempre. En realidad, lo que quieren criticar es que la llegada de Vox al Gobierno de Castilla y León ha dinamitado el Diálogo Social, lo cual es grave, sí, pero no sé si tanto como para convocar una manifestación. Llama la atención que se metan con la Junta y caminen junto al PSOE detrás de una pancarta sin decir ni pío de la desnortada política económica del Gobierno que nos está llevando a un callejón sin salida. Más les valdría enterarse de los verdaderos problemas que preocupan a los empleados públicos y también a los trabajadores de las empresas privadas.

De lo contrario, continuarán cosechando fracaso tras fracaso cada vez que convoquen al personal para protestar por algo. No me extrañaría que con una reivindicación tan poco clara, este domingo no reúnan ni siquiera a gente suficiente como para quitarse el frío.

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