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El valor del esfuerzo

Lunes, 10 de junio 2019, 05:00

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Cuando el esfuerzo no se estila y el sacrificio parece algo demasiado sacrificado. Cuando el triunfo fácil es la meta a perseguir y al abrir YouTube o Instagram vemos que es posible. Cuando los niños ya no quieren ser policías ni médicos, sino ‘influencers’. Cuando los padres modernos dan palmaditas a sus hijos día sí y día también, aunque sean unos auténticos zotes. Cuando sucede todo esto, viene Rafael Nadal Parera y pone las cosas en su sitio. El mallorquín da un bofetón a la cuadrilla de memos que minusvaloran el esfuerzo, la constancia y el sacrificio. Y además va camino de hacerlo con varias generaciones. Porque los que nacieron cuando Nadal empezó a ganar en Roland Garros en 2005 hoy ya casi tienen barba. Y sigue ahí. Ganando. Y puede que lo vuelva a hacer. Y si no lo hace, da igual. Habrá seguido triunfando fuera de la pista. Con cada una de sus palabras. Con cada uno de sus gestos. Porque Nadal no es grande por sus títulos, que también. El de Manacor es un mito en vida por el ejemplo que da. Por el camino que marca. El que deberían seguir esos jóvenes perdidos entre mensajes contradictorios. Esos imberbes que admiran a excrementos humanos como ‘El Rubius’, a las prostitutas y prostitutos que pasan por “Hombres, Mujeres y Viceversa” o a los indocumentados que sientan cátedra en Instagram valiéndose de sus más de 100.000 seguidores.

Cuenta Toni Nadal, tío y entrenador durante años del genio mallorquín, que su sobrino le preguntó cómo veía la final que tenía que disputar contra Federer en Montecarlo hace ya algún tiempo. Toni, culpable en gran parte del exquisito comportamiento de Rafa fuera y dentro de las pistas, fue claro: “Lo veo complicado. Federer tiene el ‘drive’ mejor que el tuyo, el revés mejor que el tuyo, la volea mucho mejor que la tuya y en el saque no hay color”. “Vaya moral que me das para salir a la pista”, le contestó su sobrino. “Si quieres te puedo engañar, pero dentro de un rato el que no te va a engañar es Federer cuando juegues contra él”, le rebatió su tío. Teniendo claras cuáles son tus limitaciones y carencias, se pueden buscar las soluciones y establecer los retos de cara al futuro. Y, lo que es más importante, eliminas el miedo al fracaso. Lo integras como algo lógico y normal. Asumes que hay personas que lo van a hacer mejor que tú en muchos ámbitos de la vida. Esos principios fundamentales que ha inculcado Toni en Rafa y que explican su éxito, se han convertido en algo desfasado. En una vía que implica sufrimiento. Y muchos jóvenes y adolescentes no están preparados para ello. Están acostumbrados a que todo es muy fácil. Que todo está al alcance de la mano.

Estamos cansados de ver a padres culpar a los profesores de los suspensos de sus hijos. ¿No será que son unos completos holgazanes? Estamos hartos de ver a padres en los campos de fútbol culpar a los entrenadores de la falta de minutos de sus hijos. ¿No será que jugar al fútbol no es lo suyo? La moda es lanzar mensajes positivos. Que son los mejores en todo, aunque no lo sean. Y claro está, la caída es más gorda. Y llegan los abandonos escolares, las depresiones prematuras y hasta los suicidios. No hay cultura del esfuerzo.

Toni Nadal siempre repite que sin autocrítica no hay avance. Y eso los niños no lo aprenden por sí mismos. Tienen que mamarlo en algún lado. Muchos padres se disculpan diciendo que si se pasan todo el día en el trabajo, no pueden llegar a casa y encima ponerse en plan sargento. No es excusa. Están moldeando la personalidad de un ser humano.

Parece mentira que las generaciones que crecieron en un contexto más complicado están a años luz en el concepto del esfuerzo con respeto a las que se criaron con todas las herramientas posibles a su disposición. Con 38 años agradezco que mis padres replicaran la bronca de un profesor que me había castigado. Que no me compraran la bicicleta cuando a mí se me antojó. Que establecieran unos férreos horarios para volver a casa sin lugar a ninguna excusa. Eso se llama disciplina. Porque el carácter se forja con la dificultad y no con la “barra libre”. Nadal nos lo ha vuelto a recordar. Ahora toca que algunos se apliquen el cuento.

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