Borrar

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Mientras dure la guerra” recrea un conjunto de hechos históricos que tuvieron lugar en 1936, entre el domingo 19 de julio (la película comienza con la declaración del estado de guerra en Salamanca y “el tiro de la Plaza”) y el 12 de octubre (tras el célebre enfrentamiento en la Universidad entre Unamuno y el general Millán Astray). Algo menos de tres meses de la historia de España en los que Salamanca alcanzó un singular protagonismo, pues las circunstancias de la guerra propiciaron que fuera en nuestra provincia donde a finales de septiembre Franco resultó elegido jefe militar y político del bando nacional y, a continuación, que fuera en nuestra ciudad, en el Palacio Episcopal erigido por el Padre Cámara a finales del XIX, donde el Jefe del Estado estableció durante algunos meses su residencia y centro de operaciones. Los salmantinos, entre ellos el ya septuagenario rector vitalicio Miguel de Unamuno, se vieron inmersos entonces en una auténtica vorágine. Desengañado con el régimen republicano que tanto había contribuido a proclamar, don Miguel mostró al principio su apoyo a la sublevación militar, que entendió erróneamente como una mera rectificación temporal de los malos rumbos que la política española había tomado. Pero fue modificando su actitud cuando descubrió la naturaleza violenta y totalitaria del nuevo régimen, como manifestó por primera vez de manera pública en sus improvisadas palabras del Paraninfo durante la celebración del Día de la Raza.

Al aproximarse a la película habrá que manifestar, en primer lugar, una obviedad. No estamos ante un documental que busque representar los hechos “tal como fueron”. Los creadores tienen derecho a tomar elementos del pasado para trascenderlos libremente y construir su propia ficción: Amenábar lo hace con encomiable espíritu de concordia, sin equidistancias, pero con el deseo de extraer lecciones para el presente y superar, a la manera unamuniana, la lucha entre los “hunos” y los “hotros”. Pero tampoco conviene perder de vista la extraordinaria fuerza de lo visual, ni la capacidad que el cine tiene para moldear conciencias, mucho más que cualquier ensayo o libro de historia. Esto significa, inexorablemente, que el Unamuno de los primeros meses de la Guerra Civil será ya, para la mayoría, el de Amenábar, no el que resulta de las publicaciones de los expertos -o de aficionados surgidos al calor de la oportunidad- que han estudiado esta etapa de su biografía.

Por esta razón, aunque solo sea por salvar la honrilla del historiador, he aquí una somera enumeración de algunas de las cosas que aparecen en la película y no se corresponden con la historia, unas veces porque el autor se toma legítimamente la licencia y otras no se sabe bien por qué: el alcalde Prieto Carrasco, asesinado al inicio de la guerra, no era socialista, sino miembro de Izquierda Republicana; el encuentro casual y la fotografía de Unamuno con miembros de la Junta Militar en el café de la Plaza Mayor nunca existieron; las reuniones de generales que eligieron a Franco como líder tuvieron lugar en un barracón del aeródromo de San Fernando, no en un palacio; es improbable que Unamuno llegara a visitar a los Franco en el Palacio Episcopal e increíble que recibiera a Millán Astray en su casa; en fin, entre otros ejemplos posibles, las palabras de Unamuno del 12 de octubre fueron distintas y más breves, aunque igualmente contundentes, que las que registra la película. Por otra parte, a quien esto escribe le parece que el Unamuno de Amenábar tiene algo de tertuliano de provincias (además de viejecito encantador y un puntito gruñón) y apenas nada del gran intelectual que fue.

Un apunte último. Más allá de la discusión sobre los méritos cinematográficos de la película (contrasta la frialdad de la profesión cinematográfica con los elogios algo desmesurados del preestreno local), Salamanca ha recibido con esta superproducción, beneficiaria de grandes apoyos económicos y mediáticos, un regalo llovido del cielo. Atraerá sin duda nuevos visitantes, al calor de unas imágenes que reflejan excelentemente la belleza de nuestra ciudad. Y seguirá con ello aumentando nuestra deuda con don Miguel, uno de nuestros iconos más universales.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios