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Y entonces, la Agencia Europea del Medicamento (EMA) emprendió una investigación urgente para concluir que aparentemente existe un “posible vínculo entre la vacuna de AstraZeneca y decenas de casos de coagulación sanguínea detectados en las dos semanas posteriores a la inyección”. El fenómeno, se nos dice, se produce en contadísimos casos (esto es, con una frecuencia radicalmente baja). Añadía la mencionada agencia europea como razón contundente para continuar las vacunaciones con el medicamento producido por AstraZeneca algo que, en opinión de los especialistas de la EMA, no merecía el honor de convertirse en pieza fundamental del argumentario a favor de la vacuna: “Los beneficios superan (a) los riesgos”, insistían una y otra vez en la tele personas de distintas condiciones. Hombre, no sé cómo decirlo sin ofender a los autores: eso es un pleonasmo, una información prescindible. Estaría bueno que los riesgos superaran a los beneficios. Y un eslogan no debería sonar a vacío, especialmente si se usa como argumento: parecerá un argumento vano. Y no lo es cuando se cuantifica, desde luego: esto es lo que ocurre cuando se dice que se produce la embolia rara dos veces por millón de vacunados.

Pero las cosas son más espinosas que su apariencia: si es verdad que sufrir un proceso embólico es estadísticamente raro en la vacuna, también lo es que al que le toque no le ayudará saber que su caso refleja una anomalía. Es lo que le sucede, en sentido contrario, a quien le toca del gordo en el sorteo de lotería de Navidad. O al que le cae un rayo, suceso banalmente infrecuente en nuestras tierras: por si las moscas, no nos refugiamos de la tormenta poniéndonos debajo de una encina.

Guarda similitud con el caso del rayo y de la encina la situación creada hace unos días. Advierto, ante todo, de que las causas del evento no pueden resumirse en las dos que discutía en los párrafos precedentes. Ya lo anuncié entonces: normalmente son muchos los factores que intervienen para explicar una reacción humana, un comportamiento social, un disparate.

Este es el titular de un reportaje publicado la semana pasada en un diario digital madrileño: “Dos tercios de los convocados a pincharse faltaron a la cita”. El título hace referencia a un fenómeno preocupante: el 60% de los madrileños convocados para vacunarse mostraron con su ausencia su rechazo a la vacuna de AstraZeneca. Y, por si fuera poco, la EMA anuncia que está investigando el riesgo de desarrollar trombos con la vacuna de Janssen.

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