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En una Salamanca más de hospitales que hospitalaria, el Hospital del Rosario fue uno más. Nacido en 1327 y suprimido en 1581, el hospital estuvo muy vinculado a los dominicos, grandes propagadores de la devoción a la Virgen del Rosario, a la que dedicaron una capilla en el convento de San Esteban. Por ella y el hospital lleva el nombre de calle del Rosario la que va desde la Gran Vía a Canalejas, dejando en un costado a Calatrava. Entre los muros del hospital anduvieron las carmelitas de Santa Teresa, fallecida, según el calendario juliano, el 4 de octubre de 1582, hace 537 años, pero también clérigos menores y basilios, quienes dejaron su huella permanente en el nombre de una plazuela. Los desastres urbanísticos del XIX se cebaron en ese suelo sagrado arrasando cualquier resto de su pasado. Hasta ahora.

Hoy comienzan en varios pueblos las vísperas de las fiestas de la Virgen del Rosario, en la que no faltan madrinas y roscas, como en Valderrodrigo; o encierros, como en Aldehuela de la Bóveda o El Maíllo, pueblo de la llamada “Casa Baja”, escenario de algunos episodios de la novela de Ferreira Cunquero sobre maquis salmantinos, que ojalá sirva para la recuperación de ese edificio de los dominicos, abandonado y ruinoso. Gran historia. Lo es también la que protagoniza el “Manuscrito del Aire” de Luis García Jambrina, con sus dominicos y su retrato de las injusticias y atropellos cometidos en el Nuevo Mundo sobre los indígenas. Una historia que llega cuando aún colea la polémica y ha estado presente en el Encuentro de Antiguos Alumnos Iberoamericanos de la Universidad de Salamanca. Ayer tarde, sin ir más lejos. La presidenta de Alumni, Angelita Calvo, cuenta que la idea del Encuentro surgió de un comentario escuchado en el claustro del Edificio Histórico. Un antiguo alumno de allá le decía a su familia: “esto hay que amarlo porque me hizo lo que soy”. Qué enorme afecto le tienen allí a nuestra Universidad de Salamanca, y así como esta y la Virgen del Rosario dejaron huella en América, también América dejó su huella aquí, por ejemplo, en el propio claustro. Ahí está Manuel Belgrano, creador de la bandera argentina, que fue trastulo del Estudio salmantino, o Arístides Royo, hoy ministro de Panamá, con su víctor en Libreros de cuando fue presidente panameño, que ayer aseguraba que la corrupción se contagia. Qué decir del recuerdo de los americanos ganadores del Premio Iberoamericano de Poesía “Reina Sofía” y de aquellos honoris causa investidos en el Paraninfo, como la gran Rebeca Grynspan. Aquellos estudiantes americanos crearon en el imaginario salmantino la Vía del Dólar, protagonizaron homenajes ante la estatua a Colón, tuvieron su colegio mayor (el “Hernán Cortés”) y provocaron una gran conmoción en la Salamanca de los setenta cuando bajaron sus matrículas en Medicina. Hay puentes claros entre Salamanca e Iberoamérica, y los antiguos alumnos universitarios son sillares de ese puente.

Hoy entramos un poco más en campaña. El socialista José Luis Ábalos visita Salamanca para impartir doctrina con ese gesto suyo de poli malo de película, que traslada la impresión de que le debemos algo, sin que sepamos qué. Tengo curiosidad por escuchar qué dice cuando todo se ha dicho ya; incluso más de lo que queríamos escuchar.

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