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El problema no es el lobo, con ser gravísimo. El problema es la indefensión, la chulería con la que se toma esta decisión de protegerlo y prohibir su caza. El problema es la dictadura de Moncloa.

Teresa Ribera gobierna en la acepción de “mandar con autoridad”. En la de hacer lo que me venga en gana con el escudo de un comité de científicos que conoce ella, como en su día Illa sabía de los del coronavirus que luego resultó que no existían. En la acepción de gobernar para sus amigos “ecolojetas” y crear la tierra prometida para lobos y alimañas. En la búsqueda de un país verde manzana, pero sin manzanas, sin ganado porque huele mal y con el deseo de tener cuanto antes un filete de carne sintética en el plato.

El problema no es el lobo, el problema es que un sinvergüenza de Podemos, porque no tiene otro nombre, se permite decir en el Congreso que el lobo “hace décadas que no ha herido a nadie”. Y eso nos lo dice a algunos y pensamos que es un ignorante o un jeta, pero lo escucha alguien alejado del campo que ya piensa que la leche sale del cartón y hasta le da la razón; igual que el niño que sabe del lobo solo por lo que cuenta Ribera está en su derecho de dudar sobre si es este animal el que mata a las ovejas o son las ovejas las que atacan al lobo.

El problema no es el lobo sino la indefensión de ver cómo el Gobierno formado por socialistas y comunistas hace lo que le viene en gana una vez más y sin escuchar a nadie y el problema es que nos empiece a parecer normal, porque actuó igual con la Ley de la Concertada o de la Eutanasia.

El problema es que hay un presidente llamado Pedro Sánchez que tiene que seguir en el poder y que sabe que el ganadero no suele ser el público que le vota y, en cambio, el ecologista come de su mano. Y el problema es que César Lumbreras tenía razón y Luis Planas se ha confirmado como un ministrillo apesebrado que camina hacia su jubilación, sin más, con el único objetivo de llegar a ella sin bajarse de la poltrona. De hecho no se le vio incómodo haciendo el paripé de su vida en el Senado, como si su Ministerio fuera una sucursal del de Ribera y a él no le hubieran llegado noticias de un ataque de lobos al ganado en su vida. Era solo confirmar lo que se veía venir, que el Ministerio de Agricultura no existe porque se lo ha comido el verde de Transición Ecológica, que campa a sus anchas por obra y gracia de Sánchez en la destrucción del mundo agrario y ganadero.

El lobo no es el problema. El problema es que con lobo no hay vacas y ovejas en el campo y sin ellas tampoco habrá ganaderos ni los muchos agricultores que tienen que apoyarse en el ganado para llegar a fin de mes. A las ganaderías intensivas se encarga la nueva PAC de matarlas y de aquellas a las que es imposible acusar de contaminación porque pastan en hectáreas imposibles de seguir con la vista, se ocupará el lobo.

El problema no es el lobo, es que nos quedamos sin agricultores y ganaderos; nos quedamos sin quienes nos llenan la nevera y para comprar un kilo de filetes tendremos que esperar a que a Francia u otro país le sobre y a que tengamos dinero para pagar lo que nos quieran cobrar, o a que Bill Gates nos dé la pastilla de filete que tendrá quién sabe qué, pero que a los “ecolojetas” no les importará.

El problema no es el lobo, es la dictadura de que un Gobierno tome una de las decisiones más transcendentales para la ganadería y ni siquiera tenga en cuenta las opiniones de las comunidades que conviven con esta especie o al ganadero que la sufre. Y el problema es querer contentar al ganadero con indemnizaciones de la PAC, que es un chicle que ya no da porque ahora la parte más gruesa irá para pintar de verde el campo, como quiere Teresa Ribera con el aplauso de Pedro Sánchez y de los “progres” de Bruselas. Decía Pablo Iglesias que le sobra toda la oposición porque las decisiones las van a tomar el Gobierno con los independentistas. Y así es. El problema es el que el resto no pintamos nada.

El problema es que después del lobo vendrá perseguir a los tractores, porque a la ministra no le gusta el diésel, y a este paso volveremos a la agricultura de cromañón, de azada en mano, y será imposible vivir de ella. El problema no es el lobo, es que el campo se vacía y los agricultores y ganaderos solo tendrán fuerza en las calles si el resto de la sociedad les apoya, como ocurrió con las ‘tractoradas’. Y, sí, el problema no es el lobo, pero vaya que lo es.

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