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Que peligro tiene un estado de alarma sin control. Y más si te acuestas en el jergón del Gobierno con un tipo con moño que piensa que los medios de comunicación privados atacan la libertad de expresión. Y más todavía si quien mueve los hilos en la sombra –léase Iván Redondo- no tiene escrúpulo alguno con tal de mantener el poder y osa preguntar en plena pandemia a través del CIS de Tezanos si habría que limitar la información a fuentes oficiales.

Este Ejecutivo ya enseñó la patita con aquellas ruedas de prensa del mes de marzo en las que, en aras a la transparencia, filtraba las preguntas de los informadores a través del tamiz del secretario de Estado de Comunicación, el muy cuestionado Miguel Ángel Oliver. ¡Demasiado tardaron los medios de comunicación serios en plantarse y no participar en aquella pantomima! Pero la farsa continuó esta vez invocando a la pluralidad. Y así pudimos ver las interesantes e interesadas preguntas que formulaban medios como el filopodemita “La Marea”, “El Diario del Puerto” o “La Buena Onda”, una radio local que emite por internet desde la localidad toledana de Aldea en Cabo y que, según su responsable, escuchan “ciento y poco personas al mes”. Confieso que no me hubiera sorprendido ver a Hugh Grant, acreditado por “Caballos y sabuesos” como en la película “Notting Hill”, declarando su amor por Margarita Robles.

“Y ahora, -ha pensado nuestro narciso-presidente- ahora que me pedís de rodillas, queridas autonomías cogobernantes, otro estado de alarma, os la voy a meter doblada con la punta del Boletín Oficial del Estado”. Y así, nuestro dilecto y nunca bien ponderado Gobierno –obsérvese el cambio de tono y el peloteo, por si acaso- acaba de sacarse de la manga una Orden por la que aprueba el “Procedimiento de actuación contra la desinformación”, o lo que es lo mismo, un instrumento para controlar a los medios de comunicación. Con un par. Nuestro Kennedy doméstico ha debido reflexionar en La Mareta y se ha dicho: “Con lo difícil que es esto de cuadrar los Presupuestos, subiendo el sueldo a los funcionarios (y a nosotros, claro); yo creo que nos van a resultar más baratas unas líneas en el BOE que aquellos 15 millones de euros que les dimos a las televisiones privadas en la primera ola del coronavirus ese para que me sacaran el lado bueno”.

Y así, mientras las comunidades autónomas –ahí os las den todas- intentan luchar contra el bicho con más pena que gloria, este Gobierno aprovecha y cuela esta orden según la cual se crea una especie de ministerio de la mentira que decidirá qué es verdad y qué no. Van a tener trabajo, se lo aseguro. Pues bien, como soy buen ciudadano –nótese de nuevo cómo hago la rosca-, voy a darle al todopoderoso Iván Redondo algunas fake news para que vaya entrando en calor: “España es el país que primero tomó medidas de confinamiento en todo Occidente, el primero” (Pedro Sánchez, en sede parlamentaria, abril 2020); “España, quiero recordarlo, señorías, es de los países del mundo que más test realiza a su población” (Pedro Sánchez, también en el Congreso, mayo 2020); “La desescalada seguirá los marcadores recomendados por el comité científico que asesora al Gobierno” (Pedro Sánchez, rueda de prensa, abril 2020)... Tengo más recopiladas, y eso que a la media hora de escuchar sus mítines-homilías solía apagar el televisor al sentir –como muchos de ustedes, imagino- que estaba insultando a nuestra inteligencia.

A este paso, vamos a tener que hacer como las cadenas de televisión norteamericanas con Trump y cortar las comparecencias de nuestro presidente por si acaso somos sancionados por la difusión de falsedades.

Mi filósofo de cabecera, Javier Gomá, apuntó el otro día en una de esas redes sociales que el ministerio de la mentira quiere controlar que “la democracia se basa en el supuesto de que los ciudadanos son mayores de edad que deciden en conciencia qué es verdadero o falso. La dictadura se sostiene sobre súbditos menores de edad. Cuando una oficina administrativa establece qué es verdadero nos trata como a menores de edad”. Pues eso.

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