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Ausculto la actualidad política y no se habla de otra cosa. Consulto periódicos, escucho informativos radiofónicos, enciendo la televisión con intención de evadirme y solo una palabra martillea mi mente: indulto.

El improsulto de Pedro Sánchez está empeñado en que los doce condenados por el procés independentista se vayan de rositas a su casa sin cumplir íntegras sus condenas. Y, claro, se ha montado un buen tumulto.

Dice, con todo su vulto, que lo hace pensando “en millones de catalanes y en el conjunto del país” para “transitar de un mal pasado hacia un futuro mejor”. En el fondo, todos los sabemos, rinde culto a aquellos partidos que le auparon hasta su máximo grado de incompetencia, que diría Peter en su principio.

El president oculto de Waterloo aplaude con las orejas bajo su rebelde flequillo y su mirada cobarde. Sus amigos indepes van a quedar inultos por obra y gracia de este adulto.

Da igual lo que haya manifestado tanto jurisconsulto: que no existen motivos de justicia, equidad ni utilidad pública en esta medida de gracia; que no hay arrepentimiento de los penados, sino intención de reincidir; que los políticos presos expresan una actitud antidemocrática; que parece como si el Gobierno quisiera corregir la sentencia del Tribunal Supremo...

Tampoco importan las numerosas voces de viejos socialistas que no entiden la deriva que está tomando este asunto mientras sufren un ataque de singulto, porque al PSOE ya no lo reconoce ni la madre que lo parió, que espetaría el Guerra. El expresidente de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, ha llegado a pedir incluso un referéndum -tiene gracia la cosa- para que las bases sociatas decidan sobre la idoneidad de la concesión presidencial.

Pero el inconsulto presidente, erre que erre, ha dicho que no va a escurrir el bulto. Que se arriesga, que le dan igual las encuestas en las que dos de cada tres españoles rechazan esta especie de amnistía, que está dispuesto a asumir el desgaste que a corto plazo le va a producir tal decisión. “Yo me faculto para el indulto y de ésta, o me sepulto o me catapulto”, ha llegado a pensar.

La oposición, es decir PP y Vox, además de tacharlo de inculto por su desconocimiento de las leyes, piensa participar el próximo 13 de junio en la manifestación convocada por la plataforma Unión 78 en la madrileña plaza de Colón para protestar contra estas medidas de gracia que el Ejecutivo prepara con esmero. Y se harán una foto en la mítica plaza, que es lo que Sánchez desea para acusar a Casado y a Abascal de polarizar la sociedad. Tiene guasa.

Pero esto no es solo una cuestión de leyes, que también. Si el gobierno sanchista termina llevando a cabo su plan, que incluye la reforma del Código Penal para modificar los delitos de sedición, constituirá todo un insulto a los miles de hombres que han dado su vida por la unidad de España desde que vivimos en democracia. Me gustaría saber a cuántos funerales de corpore insepulto de policías, guardias civiles y militares asesinados a manos del separatismo de ETA ha asistido este presidente estulto. Allí, en pequeñas iglesias de barrio, ignorados por una sociedad atemorizada que les daba la espalda, los familiares de las víctimas lloraron su pena y se preguntaron si tanto sufrimiento realmente estaba sirviendo para algo. Ahora, contemplan incrédulos cómo a otros independentistas que colocaron unas urnas ilegales con nocturnidad y alevosía, que violaron de forma reiterada y sistemática las leyes, que se saltaron a la torera la democracia que tanto costó implantar en nuestros país, les puede salir gratis la jugada. ¿Para esto derramaron su sangre? ¿Este es el pago que merecen a su entrega? ¿Esta es la sociedad que queremos construir?

Señor Sánchez, lo suyo es un ind(s)ulto.

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