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El estandarte del Perdón

Lunes, 1 de abril 2019, 05:00

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Nos invaden desde hace unos días todo tipo de comentarios y choteos a propósito de la ocurrencia del presidente de México de que le pidamos perdón por los desmanes de Hernán Cortés, aquel extremeño que acachinó a miles de indígenas y se aprovechó de las guerras intestinas entre ellos para conquistar el país.

De imitar su actitud, en Salamanca sin ir más lejos, demandaríamos a Aníbal y sus cartagineses a cuyas tropas se enfrentaron valerosamente las mujeres salmantinas sitiadas por los invasores de los que se defendieron con toda fiereza.

O exigirían los islámicos que habitaban La Valmuza en el siglo X disculpas a los cristianos que llegaron desde Ledesma y incendiaron el encinar del idílico valle, al que con el tiempo el moro Muza acabó dando el nombre.

Y sobre todo exigiríamos solemnes perdones a los franceses que durante la guerra de la Independencia bombardearon dos veces la ciudad, se cargaron la mitad de nuestro patrimonio monumental y hasta se llevaron, según la leyenda, las esculturas de las hornacinas hoy vacías de la catedral. ¡Qué las devuelvan los gabachos!

Por fortuna, en vez de reclamar que nos pidan perdón por tales desmanes, o por enviarnos en el siglo XI a don Raimundo Borgoña a repoblar la ciudad con todo tipo de gentes de aluvión, francos, judíos, serranos etc. que alteraron con su ruidosa presencia aquella mortecina Salamanca medieval, le ponemos una avenida a su nombre. Y recibimos amablemente cada primavera a miles de jóvenes franceses que llenan nuestras calles, plazas y hasta el Museo Taurino.

Y es que la idea de hacernos responsables y cargar con las culpas de lo que hicieron nuestros tatatatarabuelos, es tan ridícula como inútil, porque los desmanes pillajes y saqueos de los hombres a lo largo de la historia han sido constates y transversales.

Más le valiera a López Obrador dedicar sus energías a arreglar México, un país fracasado, a merced de narcos criminales y sometido a pobreza endémica en vez de agitar el estandarte del perdón.

Aquí se saca a la calle sólo en Semana Santa. Si no llueve.

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