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No creo que Pedro Sánchez le tenga una inquina especial a Salamanca. Es probable que ni siquiera se acuerde de esta provincia más que una vez cada varios años, cuando viene a algún mitin o a alguna cumbre. Lo cierto es que su Gobierno se comporta como si los salmantinos hubieran cometido algún delito por el que merecen el más duro de los castigos, que no es otro que el olvido y la marginación.

Hoy publicamos en las primeras páginas del periódico la noticia de que la Dirección General de Carreteras del Ministerio de Fomento no permite al Ayuntamiento de la capital construir un vial para unir la avenida de Ignacio Ellacuría con una de las rotondas de Lasalle. Este obstruccionismo del departamento que presidía José Luis Ábalos, el ministro portamaletas e íntimo amigo de la satrapía venezolana, demuestra que el Ejecutivo sanchista-comunista no solo no hace nada por Salamanca, sino que su desprecio a esta tierra va más allá y tampoco deja hacer a quienes intentan mejorar la vida de los salmantinos.

Sobre el abandono al que Pedro Sánchez y sus colegas están sometiendo a Salamanca desde que llegaron al poder, se puede decir como resumen que han decidido no hacer nada en esta provincia, y no se salen del guion. Las inversiones del Estado para Salamanca rozan mínimos este año, con unos escuálidos 61 millones, un 20% menos, precisamente cuando el Gobierno ha elaborado unos Presupuestos expansivos, con la mayor inversión de la historia. Aquí recorta mientras a León (con alcalde socialista) destina 227 millones con una subida del 46%, a Valladolid (con alcalde socialista) le adjudica 129 millones, a Soria (con alcalde socialista) 101 millones y a Burgos (con alcalde socialista) 132 millones.

No sean mal pensados, que el color político de los ayuntamientos no tiene nada que ver...

Aquí, en Salamanca, el Gobierno de Sánchez presupuesta lo mínimo de lo mínimo, y encima no cumple, porque solo en los dos últimos ejercicios (correspondientes a 2019 y 2020) han quedado 345 millones sin ejecutar.

Los proyectos aparcados, bloqueados o ralentizados por el Ejecutivo componen una larga lista que afecta de manera especial a la capital, pero también a toda la provincia. Uno de los más dolorosos es sin duda el enlace entre la A-66 y la A-62 en Buenos Aires, que ha figurado siempre entre las reivindicaciones del Ayuntamiento y del que Fomento se ha desentendido año tras año. La mejora de la autovía A-62 avanza en la parte vallisoletana y zamorana, pero en cuanto entra en la provincia, las máquinas se dan media vuelta. Los ‘tramos de la vergüenza’ de la A-66 han tenido que esperar también a que estuviera reparada prácticamente toda la Autovía de la Plata para que comenzaran las obras en Salamanca.

El desdoble del acceso Norte hasta el Helmántico aparece y desaparece de los presupuestos, pero nunca hay obras. Ahora Fomento dice que será mejor que lo haga el Ayuntamiento, porque el Gobierno no tiene voluntad ni deseo (dinero hay).

La electrificación de la línea férrea a Fuentes de Oñoro amenaza con convertirse en otra ‘obra del Escorial’. Debería estar acabada hace un año y ya Adif reconoce que no estará terminada hasta 2023, y eso con suerte.

Y el resto de proyectos están atascados u olvidados: nada se sabe de la nueva Audiencia Provincial, ni del nuevo juzgado de Familia, ni del almacén del Centro de la Memoria en Tejares, de la restauración de la muralla de Ciudad Rodrigo, de la pasarela peatonal sobre la SA-20, del cuartel de la Guardia Civil en Ciudad Rodrigo...

¿Qué ha hecho Salamanca a Pedro Sánchez para merecer tanto desprecio? Pues, aparte de votar más al PP que al PSOE, nada que se sepa.

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