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EN la Sorbona existía en los siglos XIII y XIV una élite de teólogos influyentes dentro y fuera de los muros de la Universidad. Comían aparte, sin relacionarse, porque no les interesaba la conversación con profesores de asignaturas que consideraban triviales. Al parecer, y según describe Carlos Rilova, ese puede ser el origen de la expresión ‘dar de comer aparte’. Se es demasiado bueno para comer con los demás. Aunque también el autor abre la puerta a que el matiz sea el contrario, comer en mesa aparte porque el nivel no da para compartir mantel. Y cita como origen de la expresión en ese sentido a reyes medievales que hacían comer de pie y aparte a sus guardias.
En relación a la covid hay muchos que comen aparte, demasiados. Está el Gobierno, que se relaciona estilo Sorbona: solo con el Gobierno. Y si vamos más allá es Pedro Sánchez quien se relaciona con Pedro Sánchez mientras los ministros están al lado pero comen de pie. Sigue sin existir un comité científico y nunca toma medidas antes de los postres. Como ayer. Cuando Sánchez vio que todos los de alrededor corrían por la variante Nu, dio el paso de prohibir las conexiones aéreas con Sudáfrica pero a partir del martes. Nada de urgencias aunque las bolsas y hasta el petróleo bajaran como si el mundo hubiera entrado en modo pánico y nos invadiera una histeria colectiva, como si no supiéramos lo que entra por Barajas. Sánchez tiene sus tiempos y lamentablemente para nosotros no suelen coincidir con los de la covid.
También come aparte la Unión Europea, en este caso porque Úrsula tarda en sentarse y el resto de comensales están cada vez para menos caprichos. Por eso Alemania o Francia se adelantaron ayer a la UE y prohibieron los vuelos.
Y quien desde luego come aparte es la OMS: le notifican la nueva variante el 22 y no se reúne hasta ayer y para ponerle nombre. Y cuando los negacionistas no necesitan ni media excusa, culpa a los vacunados de las nuevas olas por dar ‘la sensación de falsa seguridad’. Estos ya no es que coman solos, es que parece que se piden la bodega.
Luego están las comunidades, que son los guardias que comen de pie cuando las reúne el Gobierno porque no tienen el nivel que exige el rey. Y entonces cada una decide lo que le parece porque ellas comen también aparte en sus reinados.
Y comen aparte los sanitarios, como los teólogos de la Sorbona, con su asignatura por encima de otras, como por ejemplo la economía, cuando después de las anteriores 5 olas parecía superada la necesidad de que expertos de diferentes ámbitos tuvieran también voz en esta crisis que no está hecha para los que carecen de trabajo de por vida.
Y luego están los científicos en su mesita, que se relacionan cuando les llaman, como gente educada. Conceden entrevistas, dan su opinión al viento... pero hasta ahí porque se ve que tampoco pintan mucho. Decía García-Sastre, cuando la variante sudafricana no se había descubierto, que de cara a navidades se puede pedir carnet de vacunación y en reuniones de más de 10, test de antígenos antes de acudir. Si vacunado contagias, el test puede ser la opción. Andalucía va a pedir pasaporte covid... ¿pero no contagia también un vacunado? Ya dice Margarita del Val que hasta ahora ha habido una ola cada 3 meses porque es lo que tardamos en España en reaccionar, pero tampoco la escuchan. La viróloga incide en prevenir el covid grave con vacunas, alimentación equilibrada, vitamina d y sol. Sol. Y sin datos alarmantes en hospitalizaciones, que es en lo que han quedado que cuenta y no los contagios, ya había gobiernos que planteaban implementar restricciones y a pesar de que a diferencia de hace un año ahora tenemos vacunados y test para las variantes actuales. Es más barato y cómodo para un gobernante encerrarnos o cerrar. Vuelta a la casilla de salida cuando estamos a las puertas de otra vacunación masiva y de niños, y supuestamente los gobernantes se esfuerzan para que la gente responda a esta llamada. No ayudan restricciones con los datos actuales.
Y comen aparte los jueces pero porque tienen que comer aparte. Pero en el comedor les abuchean porque muchos no entienden que afortunadamente deben ratificar las decisiones sanitarias que afecten a derechos fundamentales.
Y así estamos, con el tupper, en la calle, asustados o pasando de todo porque los datos con los que contamos son insuficientes, las medidas vuelven a ser sorprendentes y los mensajes, a ratos contradictorios. Nos han puesto a la espera de una tormenta y unos no tienen prisa en coger el paraguas aunque escuchen truenos; y otros ya querían dárnoslo cuando nos acompañaba el sol y a 30 grados.
Bienvenidos de nuevo al caos del covid.
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