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El agujero de la memoria

Viernes, 1 de mayo 2020, 05:00

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Lamento no recordar dónde he leído ni quién lo ha escrito hace muy pocos días, como advertencia, que un espécimen de Gran Hermano viene de camino. No parece que todavía haya llegado, ni siquiera que esté cerca, pero avanza, este ente no se deja ver pero sí notar por todas partes y en todo momento, ente como el que gobernaba el paraíso totalitario donde se desarrolla la novela, mencionada por mí hace sólo unos días y que recomendaba leer, de George Orwell “1984”, modelo al que aspiran no pocos (si no todos) de los que andan metidos de lleno en los quehaceres gubernamentales, que si las circunstancias no acaban con ellos, acabarán con nosotros. Lo dije, no me importa repetirlo y menos aún recordarlo, porque hacia ese modelo nos llevan y acabaremos llegando si no corregimos la deriva que nos arrastra a la desaparición de lo que somos. ¿Pesimismo? tal vez, pero con una carga de realismo que espanta.

No ha mucho, el ministro de Fomento, Ábalos, que se atreve a hablar de todo, sea de su competencia o no, dijo a modo de aviso, y los avisos comienzan a convertirse en amenazas dado el ambiente que se respira, que a este paso “puede” que pasemos de estar confinados en casa a estarlo en nuestro “territorio”. Dicho lo cual se enrrolló con argumentos creando un breve concepto para que nadie lo saque de él, también para darse además a entender, pero de cien maneras distintas, por eso que cada cual lo interprete como pueda o quiera, porque como nadie de esta peña habla claro de lo suyo, bien porque no puede o porque no le dejan, bien porque no sabe, lo que se oye puede interpretarse de muchas formas, siendo lo que tal vez algunos pretendan porque cuanta más confusión, más fácil para ellos. Yo lo interpreto a mi manera y lo dicho, consciente o inconscientemente, tiene su tela. ¿A qué se refiere el ministro cuando habla de “territorio” y el presidente cuando habla de “nueva normalidad”, que ya tiene fecha? a cuya puesta en marcha le llama “desescalada”.

De lo que podemos estar seguros es que todo esto que estamos ahora viviendo tendrá un antes y un después, que será mejor o peor según en manos de quienes caiga y eso no lo sabe ni Pedro ni Pablo ni nadie que ocupa el santoral de quienes en estos momentos se afanan en volver a lo que atrás quedó a costa de los que no comulgan con sus ruedas de molino, es tan alta la insolencia clerical que se atreven tanto en las homilías que apenas disimulan sus intenciones. Hasta el vicepresidente puesto donde está por quien todavía cree presidir el Gobierno de España ha dicho ser “un honor” representar al Partido Comunista, historia que no olvida, sí la de los casi cien millones de muertos que lleva en sus casi cien años de existencia, muertos que no cuentan porque no existieron, todos fueron a parar al “agujero de la memoria”.

Thomas E. Ricks es un periodista norteamericano, Premio Pulitzer, especialista en temas militares, autor de no pocos libros, entre ellos uno, tal vez el último de su cosecha, titulado “Churchill y Orwell”, dedicado a todos aquellos que buscan preservar nuestras libertades, en el que menciona a un tal Winston Smith, protagonista de “1984”. Su trabajo consistía en reescribir la historia, lo hacía muy cerca de una mujer que se dedicaba a borrar de los registros “los nombres que habían sido vaporizados y que por tanto, se consideraba que nunca habían existido...”. Winston utilizaba una mesa en la que había un agujero que llamaban de la “memoria” por el que tiraban los documentos sobre los hechos que descartaban, y allí acababa la historia no deseada.

Cualquier ataque a la verdad, sea el motivo que sea, lo es también a la libertad, y si algo está en peligro de desaparecer en España, es la libertad. Piensen que no es un hecho que puede suceder, porque ya está sucediendo. Lo puso en marcha Zapatero con su infausta Ley de Memoria Histórica, no la frenó Rajoy y lo está acelerando Sánchez al amparo de una dramática actualidad que le ha llegado -tanto a él, como a quienes le mantienen- como caída del cielo, que no piensan desaprovechar ni parar hasta terminar con todos los no comulgantes en el “agujero”. Otra cosa es que lo consigan.

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