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Hace unas horas el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, animaba a dejar la corbata en casa como medida de ahorro energético. Antes fue por el covid. Quizá pueda pensarse que este clásico de la elegancia y la etiqueta sea causa de algunos de nuestros males y debamos ir por el mundo sin ella, descamisados, incluso, a pecho descubierto, como los legionarios, o como decían nuestros abuelos despechugados, ahora que Rosalía acaba de colocar como canción del verano su “Despechá”, que es como hemos visto esta semana a la gypsi Noemí Salazar, reina del brilli brilli, timada por un salmantino, según ha denunciado. Sus primas de Azúcar Moreno regresan a Salamanca (Peralejos de Abajo) en este agosto festero que estamos a punto de inaugurar abanicándonos como locos y quizá sin calderillo popular.

Será la salud, como ella misma ha dicho, pero la espantada política de Macarena Olona llega también cuando puede sentirse “despechá” por el feo de los electores andaluces y de su partido, que la dejaba allí “desterrá”, en Andalucía, y con estos calores. Lo siento porque Olona nos ha dado algunos momentos de surrealismo extraordinario, que ahora se perderán como lágrimas en la lluvia. En fin, ya sabrá que lo de Rosalía no ha podido ser para las fiestas del mes de septiembre. Vendrá Ana Guerra, con un polémico pasado de ruidos y un presente maravilloso con Víctor Elías, a una Plaza Mayor deseosa de recibir talento bajo la “mariseca” y las tallas de Isidoro Celaya. Como siempre, el programa festero anunciado esta semana recibió críticas, o sea, nada que no esperásemos. Va en el cargo de concejal de Fiestas, le dijeron a Mariví Bermejo cuando tomó posesión. De críticas sabe mucho Emma García que deja su programa de televisión y sitúa en el limbo a nuestra Elia Gonzalo, que pregonará este mes las fiestas de Vitigudino.

Conozco a Elia desde las vísperas del 2002, cuando se convirtió en Miss Soria e hizo un extraordinario papel en Miss España. También como periodista porque entonces estudiaba en la “Ponti” y aquellos días le sirvieron para informarse desde dentro de los entresijos de un certamen que ya apuntaba crisis y vivía al borde de un ataque de nervios. Desde el estrés de las aspirantes a los intereses de la organización, Elia, desde entonces, ha sido un extraordinario animal televisivo a la que la cámara quiere con devoción. Una de nuestras estrellas. Cuando estudiaba en la “Ponti” ya tenía sus responsabilidades Miriam Cortés, la rectora de la Universidad Pontificia, que este año será la pregonera de las fiestas salmantinas. Suerte, porque el papel no es sencillo, como sabe Esther Vaquero, otra de nuestras estrellas de la tele, que las pregonó años atrás. Cuando vea a Elia le recordaré aquellos días de desfiles de Fely Campo y Equipo Moda, que resultaban ser una locura. Aún no habíamos estrenado este siglo.

Entonces, todavía estaba entre nosotros el polémico Juan Trujillano, el cura de Armenteros, que las preparó como Amancio. Le faltó la uña del meñique para entrar en la cárcel de la que sólo le libró el último sello del pasaporte, pero dejó marrones muy importantes en los juzgados. Su herencia estaba envenenada y tengo para mí que pasarán aún bastantes años antes de que se libre de su maldición el colegio de Armenteros. Años atrás fueron niños emigrantes llegados de América y ahora han sido huérfanos ucranianos.

Blas Rodríguez, al que tengo por buena gente, responsable del centro, dice que la culpa no es del colegio sino de la Fundación Madrina. El caso es que la Junta de Castilla y León ha tenido que hacerse cargo de los niños. Por cierto, ya podría la Real Academia de la Historia revisar la biografía del cura, que es un panegírico de Claudio Gil Domingo sin atisbo de crítica a sus años locos, perseguido por la Justicia por sus trapicheos con la residencia Covadonga y deudas a los trabajadores, entre acusaciones de apropiaciones indebidas y desvío de fondos, denuncias que afectaron también a su polémica albacea, María Antonia García Rico. Hay aquí una historia formidable digna del mejor género picaresco. Vamos a ver cómo termina esta historia de los niños ucranianos, la Fundación Madrina y el Colegio de Armenteros porque, supongo, habrá una investigación que aclare cómo se ha pasado de sacar pecho por nuestra solidaridad a sentirnos engañados o despechados. María Magdalena, que da nombre a la novela de Matilde Cherner, también fue una mujer “despechá”, que ahora renace y vuelve a ser accesible gracias a la editorial Espinas. Matilde fue una escritora salmantina obligada a firmar como Rafael Luna en un tiempo complicado, el siglo XIX. La reedición de su novela la prologa Mabel Lozano, documentalista y eterna denunciante de la prostitución, que blanquea Pretty Woman con la complicidad regular de las televisiones. Matilde, “despechá” por los escritores de su tiempo, se atrevió a denunciar la prostitución con escenario salmantino, el famoso Barrio Chino, que tantos despechos conoció.

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