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Desahogo de una ciudadana harta

Sábado, 13 de febrero 2021, 04:00

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Vaya por delante que no soy negacionista. Al contrario. Tampoco soy ajena al caos de las UCIs ni a la saturación de los hospitales. Pero no me quiten el derecho a expresarme a pesar de que tenga que dar gracias por poder contarlo.

Harta porque llevamos un año sin vivir. Harta porque no se ve el final del túnel. Harta porque el sacrificio no se ve recompensado. Harta porque nos prohíben siempre a los que cumplimos.

Y sí, no tengo ni idea, no soy médica ni política.

Artículo 116 de la Constitución: “La declaración de los estados de alarma, de excepción y de sitio no modificará el principio de responsabilidad del Gobierno”. Harta porque ¿qué fue del artículo 14 -“Los españoles son iguales ante la ley (...)”- cuando ahora la libertad va por comunidades e incluso la vacuna nos llegará antes o después según las prioridades que se fijen donde estemos empadronados?

Harta porque ¿quién tachó el 19? “Todos los españoles tienen derecho a circular por todo el territorio nacional”. O por la tristeza de saber que según el 35: “Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo (...) y a una remuneración suficiente (...)”. Que se lo digan a los hosteleros obligados a vivir de una terraza en Salamanca, sin ayudas dignas. Y ahora díganme que la salud está por encima de todo.

Harta de que se hable de salud como argumento cuando llevamos casi un año, incluso en periodo sin olas de coronavirus, de vergonzosa atención médica telefónica, como si un enfermo de cáncer fuera menos que uno de Covid. Harta de que se desprecie el daño en salud mental que produce esta situación, de que se ignore el aumento de suicidios.

Harta de rutinas mentales: de pensar que unos colectivos trabajan mucho y se juegan la vida, que es verdad, pero sin menospreciar a otros que en menor medida también asumen riesgos y muchos de ellos sin un puesto fijo asegurado.

Harta de que me digan que dé la solución. Como decía una amiga: si se me estropea la caldera estoy en mi derecho de quejarme de frío y llamaré al técnico para que la arregle. Lo incomprensible es que llevemos tanto tiempo con la caldera averiada y no hayamos llamado a otro. Y hablo de Illa y Simón, los ‘técnicos’ con mayor responsabilidad, pero también de Francisco Igea y de Verónica Casado.

Harta de que el Parlamento lleve meses silenciado, sin ser el contrapeso, nuestra defensa ante un Gobierno que mira para otro lado.

Harta de que el ciudadano sea acusado y el político, que es responsable salvo que haga dejación de funciones, abronque cuando si no está bien señalizada una carretera o tiene baches sabemos que la culpa es de la Administración. Harta de que sean ellos los que no han adaptado las leyes para poder sancionar de verdad, como delito contra la salud pública, al que incumple las normas Covid.

Harta de que nos hagan creer que todos estamos igual cuando en cuanto a libertades no es lo mismo vivir en Salamanca que en Madrid, igual que no lo es cerrar bares en una ciudad turística, como la nuestra, que en otra que no lo es. Harta de que estemos en una de las comunidades más restrictivas y sigamos a la cabeza en incidencia en cada una de las olas y seamos la que tenemos más muertos a los que llorar. Y seremos comunidad envejecida, sí, pero también despoblada.

Harta de tantas normas, cuando además respondemos mejor cuando son pocas y obligan a cumplirlas, como ocurre con Tráfico, donde además hay campañas constantes de vigilancia.

Harta de estar harta, de que llegue el fin de semana y no sepas qué hacer a pesar de que afortunadamente nuestra provincia sea grande y de una belleza extraordinaria.

Harta de pensar en quien lleva meses con su puesto de trabajo en el centro comercial cerrado sin una lógica; harta de envidiar a Cenicienta porque volvía a casa a las 12; de ver cómo nuestros hijos pierden una etapa maravillosa de sus vidas y olvidan el deporte; harta de ver a personas mayores paralizadas por el miedo; harta de ver caras marcadas por la depresión.

Harta de ver cómo en los colegios se ha demostrado que se puede caminar con el virus y no se vaya más allá con otros protocolos seguros que nos permitan vivir al menos un poquito.

Harta de que nos olvidemos de pensar y no nos planteemos el absurdo de algunas normas.

Harta de que nos enfrentemos unos a otros por distintas maneras de ver la pandemia.

Harta de ver cómo familias no pueden dar de comer a sus hijos o malviven y les hablan de salud...

Sí, harta de que la única solución sea privarnos de la vida en aras a la vida cuando cada día desde hace casi un año no se encuentra la solución para que dejemos de estar abrazados a la muerte. Cuando pese a todo lo que hacemos hemos perdido salud y además economía. Harta de ver locales cerrados que nunca volverán abrir.

Y, sí, es verdad, no tengo ni idea. Disculpen. Solo soy una ciudadana harta.

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