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Pedro Sánchez conquistó a la militancia socialista con su No es No a Mariano Rajoy. Los barones del PSOE le dieron una patada en el trasero por ponerse pesado y bloquear España con la cantinela del No es No, pero el Doctor Sánchez volvió cabalgando a lomos de su Negativa Absoluta para tomar las riendas del partido y ascender al cielo de los colchones de la Moncloa.

La obsesión fue diagnosticada en su día y, aunque ha sido medicado, el líder supremo del Partido Sanchista todavía tiene pesadillas cuando sueña que va de la mano del PP, aunque sea a cobrar una bonoloto. La dolencia es profunda y doble, porque hay otra cara de esta patología, que adquiere forma de síndrome narcisista, de tal manera que el artista del No se considera con todo el derecho del mundo a que le digan sí a sus propuestas, por ser él quien es. Solo le vale un sí, y a poder ser gratis y con amor.

Entonces, ¿cómo le sienta al Doctor No cuando le dicen que no? Pues fatal, como se vio ayer en esa cita para la foto mantenida a media mañana con el sucesor de Rajoy. El presidente del Gobierno, con permiso de Junqueras y Otegui, no puede admitir que Pablo Casado se niegue a pactar los nombramientos en el Consejo de Poder Judicial, el Constitucional, el consejo de administración de Radio Televisión Española, el Tribunal de Cuentas y el Defensor del Pueblo. No entiende siquiera cómo el líder del PP se atreve a negarle la obligada reverencia y el consiguiente ‘sí, buana’. En esta España sanchista, los únicos autorizados a mirar a los ojos al Doctor Sánchez son los golpistas y los filoterroristas. Los demás han de doblar la cerviz.

El cabreo ha sido de órdago porque Casado le ha salido rebelde y no está dispuesto a desplegar la alfombra al inquilino de La Moncloa. Mecachis. Sánchez no podrá colocar en los órganos judiciales a personajes maleables, susceptibles de ser utilizados para blanquear a los golpistas convirtiendo el delito de sedición en un falta al nivel del robo de gallinas, o más leve aún.

El Doctor No tendrá que apañarse de ahora en adelante con el apoyo de sus socios comunistas, separatistas y secesionistas, cuyas facturas iremos pagando entre todos los españoles, incluido el bonus del cambio de régimen y la propina de la ruptura de la unidad de la nación. Fruslerías comparadas con el inmenso honor de seguir siendo presididos por el máximo representante del sanchismo en la Tierra.

Así que Casado se ha convertido en el Gran Bloqueador, el hombre instalado en el bloqueo, un auténtico bloque, ladrillo y muro que frena el avance de España, según la versión de la portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, que ayer se nos volvió finolis y completó su panoplia de insultos al líder de la oposición reiterando que “la actitud obstruccionista del PP solo conduce a la melancolía”, esa “tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que quien la padece no encuentre gusto ni diversión en nada” (RAE).

En una cosa tiene razón la gran Montero: los españoles han votado lo que han votado y el PP no puede pretender gobernar desde Génova. Aquí gobierna y manda Sánchez con sus impresentables aliados. Manda la propia Montero, miembra de un Gobierno que promete cuatro mil millones a los golpistas catalanes y al mismo tiempo mantiene bloqueado el pago de 142 millones del IVA a Castilla y León. Es la cruda realidad.

Ayer no estaba el ambiente para pactos. El líder popular acudió a La Moncloa con sus Tablas de los Diez Entendimientos, en la confianza de que no llegaría a ninguno, y Sánchez solo quería la foto y encontrar un culpable de sus inmediatas cesiones a la voracidad de los nacionalistas catalanes y vascos.

La entrevista resultó tan inútil para España como beneficiosa para los dos protagonistas. Casado consigue afilar su perfil centrista al acudir a la llamada del presidente (no como otros, ay, Ribera...), al mismo tiempo que ejerce de oposición constructiva ofreciendo pactos a cambio de un giro radical en todas las políticas sanchistas (por pedir que no quede, oiga). Y el líder del sanchismo ya tiene un argumentario renovado como coartada para futuros desmanes: que no tengo otra salida, que me están empujando, que ya ofrecí diálogo al PP y me lo han rechazado, que yo no quería esto pero es lo que hay...

En fin, cumplido el trámite, ahora llega la negociación en serio con los que de verdad mandan en esta España del sanchismo y ahí la melancolía se nos va a convertir en pánico. A todos menos al Doctor No y sus colegas. Para ellos continuará la fiesta.

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