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El alcalde de Salamanca, Carlos García Carbayo, habló de nobleza en el Liceo con motivo del homenaje a las empresas que habían tenido una colaboración especial y ejemplar durante los días duros de la pandemia. Recordó los aplausos de las ocho, pero también a los que cayeron. Reclamó el avance hacia el mundo digital y proclamó que estamos en el tiempo de crecer y creer. Una vez más, las mascarillas hacen complicada la identificación de los asistentes a un acto así, pero lo importante es la biodiversidad que se aprecia de participantes. Desde mayorales y vaqueros a mi amiga Celeste, que pasó de los tocados a las mascarillas, por ejemplo. Sí, necesitamos crecer, mantener ese ritmo ascendente de empleo que ha sido noticia esta semana, pero también queremos creer que no habrá más sobresaltos pandémicos, y si los hay, podremos controlarlos.

Ha sido una semana de muchos reconocimientos, como el expresado a los voluntarios y las personas con discapacidad. Y también de pérdidas irreparables, como la del profesor Emiliano Jiménez, rescatador de un pasado marino con tortugas prehistóricas que paseaban por la Rúa. Visitar su sala de tortugas en el claustro universitario es el mejor homenaje. Fue excepcional en muchos sentidos, como lo fue Carmen Martín Gaite, que concitaría muchos apoyos para un medallón femenino en la Plaza Mayor. Representaría a muchas mujeres. Nuestra uróloga de cabecera, Fernanda Lorenzo, sigue cosechando reconocimientos (otro esta semana) y sospecho que sus vitrinas comienzan a no ser suficientes. También apunta maneras, o sea, que puede estar en la nómina de muchos reconocimientos la nueva película de Rodrigo Cortés, que estuvo esta semana en “su” Salamanca, donde se fraguó esa adicción suya al cine y ese gusto por la precisión léxica, invitado por Juan Heras y Mari Luz Delgado. Su músico de capilla, Víctor Reyes, estuvo también en la cita. Un milagro con todos los proyectos que tiene en marcha. Reyes ha tenido que construir las canciones de la obra de teatro en la que se inspira la película porque las partituras se perdieron y el resultado es la sensación de que siempre estuvieron ahí. “El amor en su lugar” es una joya que ayuda a creer y te lleva de la alegría a la tristeza, un poco como la Navidad, como esta Navidad, que vive días de preparativos en las calles, pero también en las casas. Esta semana sonaron los primeros villancicos en las calles y los belenes del Ayuntamiento y Diputación abrieron sus puertas. El pleno municipal también tuvo su belén a propósito de Javier Iglesias, y en Béjar se espera el desenlace del belén protagonizado por su todavía alcaldesa Elena Martín.

Creo más en las payasas que en los payasos. Con ellos no puedo, me transmiten miedo. Con ellas —Eugenia Manzarena, Cándida Tamborino, Maribel Iglesias, Raquel Urquía, Bea Barreiro, Ana Fraile, Mayte Guevara...— es otra cosa. Algunas de las citadas hacen la estancia hospitalaria más fácil para los niños y, cuando llegue el caso, me gustaría que una payasa me acompañase al quirófano. Supongo que queda menos, después del anuncio de que se doblarán turnos y habrá operaciones sin parar para aligerar la lista de espera, que crece imparable. Quiero creer que así será.

El homenaje empresarial del Liceo, además de hacerme pensar sobre creer y crecer, también trajo a mi memoria recuerdos de aquellos días de confinamiento —voy, por cierto, a por la tercera dosis y espero que a la tercera vaya la vencida— que lo fueron de lecturas. Eché en falta más libreros en el Liceo. En Broncense, una librería despliega estos días literatura de ajedrez a propósito de un torneo y reconocimiento de Salamanca como cuna de ajedrez moderno: Unamuno, Jacobo de Cessolis, Jorge Benítez, Stefan Zweig, Nabokov, Leontxo García, Paco Cerdá... qué ganas de un jaque mate al Covid y sus variantes.

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