Creen que somos imbéciles

La negociación estaba hecha ya antes de las elecciones, lo que no es comprensible, ni para mí ni para nadie, es por qué nos llevaron otra vez a las urnas. De hecho, el día del disparatado debate feminista, pudimos apreciar la sintonía entre la compañera sentimental de Pablo Iglesias, Irene Montero, y la “portavoza” de Sánchez, Adriana Lastra.

Desde abril han estado enredando la perdiz, han sido incapaces de llegar a un acuerdo y han tenido a este gran país subyugado a la inestabilidad política, económica y social y finalmente nos han obligado a gastar más de 130 millones de euros para votar de nuevo y en cinco minutos solucionan sus diferencias para repartirse sillones, puestos y sueldos. Lo que nos han hecho a los españoles estos dos irresponsables es una auténtica golfada, y demuestra que les importa un bledo España y los españoles.

Si malo es el abrazo del oso entre la izquierda y la extrema izquierda radical al que asistimos atónitos ayer, mucho peor es que ese pacto necesita de la confluencia de otras fuerzas políticas con intereses tan espurios como la ruptura de la unidad de España, la burla a las leyes y las normas que nos hemos dado para convivir en paz. Además nos dejarán las arcas tiritando para el resto de españoles que no sean catalanes, vascos, turolenses, canarios o cántabros.

De momento, Aitor Esteban, el guardián de las esencias vascas, ya ha dicho que pide “una solución a las naciones vasca y catalana”, que traducido al castellano es más dinero para el País Vasco, un par de autovías y más autonomía. Lo demás le importa poco.

Con los golpistas la negociación va a ser más complicada, porque lo que quieren es que salgan los presos de la cárcel y que se celebre un referéndum para que ellos decidan por todos los demás. Ya de puestos, hagamos otro a ver si los ciudadanos del resto de España estamos dispuestos a que se queden los catalanes.

El acuerdo entre Sánchez e Iglesias es lo peor que le podía pasar a este país. La extrema izquierda históricamente lo único que sabe repartir es miseria para los ciudadanos mientras sus líderes viven en la opulencia. Miseria, intervencionismo y recortes de las libertades.

Este pacto solo es bueno para el PP, al que ha liberado de la presión de tener que facilitar de alguna manera la gobernabilidad a un Partido Socialista que se ha echado en los brazos de lo más radical.

El mejor acuerdo para una inmensa mayoría de españoles -tal vez no sea deseado por los militantes- habría sido entre el PSOE, PP y Ciudadanos. No tener que depender de los independentistas es el viejo sueño de los españoles normales y hubiera sido la fórmula más democrática de cortar el crecimiento de los golpistas.

Pero Pedro Sánchez, el peor presidente que ha tenido este país, ya sabía con quién quería acordar, a quién quería como socio y pese a habernos dicho tan solo hace unos meses que tener a Pablo Iglesias en el Gobierno le quitaba el sueño, le ha faltado tiempo para invitarlo a compartir el colchón de La Moncloa. ¡Qué frágil es la memoria del presidente!

Confío en que este acuerdo dure poco, bien porque los socialistas razonables que todavía no han abandonado la militancia frenen el radicalismo al que conduce Sánchez al partido, o bien por la difícil convivencia entre la sopa de siglas que son necesarias para sacar adelante la investidura. Pero mientras tanto, las pequeñas y medianas empresas y las clases medias son las que más van sufrir este delirante acuerdo. Creo que muchos nunca han tenido tantas ganas de volver a votar.