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P OR fin llueve. De nuevo han tenido que ser los libreros los que atraigan la lluvia. Agua de otoño. Santos regados, Ramos regados, dice el refranero, así que atentos a la Semana Santa, que ya está ahí, aunque el Niño aún no haya nacido; ... este año el cartel anunciador lo protagoniza el Cristo de los Doctrinos —qué gran fotografía, Manuel (López)— de uno de los crucificados esenciales de la Pasión salmantina. La lluvia de otoño no es la única que avisa de la cita otoñal con los difuntos, también las floristerías o las pastelerías. Los escaparates de éstas exhiben ya los huesos de santo o huesitos de difuntos como se anuncian allá, al otro lado del viejo mundo, a donde los exportamos. Los buñuelos tardan un poco más en aparecer, pero llegarán porque a ellos les debemos que salgan almas del Purgatorio: cada buñuelo que comemos es una que liberamos. Hablamos de una causa noble, así que ánimo, como hablamos de ser mejores cuando comemos huesos de santo porque incorporamos su santidad y su conocimiento, y ya lo dice la pizarra de San Julián, los que dan consejos ciertos a los vivos son los muertos.

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