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Suena a tópico, pero la política sería mucho más fácil si los líderes pensaran más en sus partidos que en ellos mismos. El ego que tienen es directamente proporcional a su ignorancia. El más claro ejemplo de esto es Pablo Casado. El presidente del Partido Popular se ha empeñado en mantener a la izquierda más radical en el Gobierno y al final la va a conseguir perpetuar. Cualquiera en su sano juicio, sea o no del PP, sabe que ahora mismo el líder capaz de movilizar al electorado de la derecha es Isabel Díaz Ayuso, quien además de contar con ese don mediático de los elegidos puede frenar el ascenso de Vox con un mensaje claro, directo, sin florituras. Real, sin trampa ni cartón. Sin medias tintas importándole un bledo las consecuencias de sus ideales. Un verso suelto capaz de llegar al simpatizante y al indeciso. Eso en la política actual no tiene precio.

Acaba la campaña electoral en Castilla y León mucho mejor de lo que el PP imaginó en el ecuador. En precampaña Casado tomó el timón y dejó el barco a la deriva. Ahora en la recta final los populares de Castilla y León han tenido que recurrir a Isabel Díaz Ayuso para reflotar la nave. La política madrileña tiene un trocito de corazón castellano. La tímida niña de Sotillo de la Adrada (Ávila) es ahora la que puede ayudar a Mañueco a no tener que depender de Vox más de lo estrictamente necesario. La doble presencia de Ayuso en Valladolid y Ávila el martes, y su intervención en el mitin de fin de campaña de esta tarde, son las ráfagas de aire fresco que van a permitir respirar a Mañueco, que ha estado encorsetado por las políticas de Génova desde el día en el que apretó el botón del pánico y convocó a los ciudadanos a las urnas.

Es cierto que Mañueco ha sido un auténtico superviviente y paradójicamente le debe mucho a Ciudadanos, no obstante en su última etapa como regidor de Salamanca la formación naranja también le sostuvo el bastón de mando en lugar de dárselo al PSOE de Enrique Cabero; pero no es menos cierto que se ha encontrado con complicaciones políticas que ha conseguido sortear inspirado en el “marianismo”. Cuando Francisco Igea, contra su voluntad, pactó con el salmantino se hizo con el control de la Junta, agarró por los “cataplines” a Mañueco y le impidió sacar adelante sus proyectos. Ahora es su propio “jefe” Casado el que le ha puesto las trabas en plena carrera a la Presidencia de la Junta, diseñando una campaña en la que han aterrizado en la Comunidad políticos como Teodoro García Egea, Cuca Gamarra o Javier Maroto, que lejos de sumar, restan. Incluso Ana Pastor, que ha sido una de las mejores gestoras de este país, se ha “casadizado” peligrosamente. Un error de bulto con el que Casado pretende salvar su culo en lugar de impulsar a Mañueco. Con este panorama solo gana Vox, que mucho me temo que obtendrá un espectacular resultado en los comicios del domingo.

En esta recta final de campaña, el PP ha recuperado crédito. La presencia de Ayuso y el debate electoral del miércoles, en el que Mañueco salió fortalecido contra todo pronóstico, han convencido a muchos de los que se habían planteado votar a los de Abascal. Digo a los de Abascal porque apenas un puñado de personas conoce a los candidatos de Vox. La duda ahora es saber si esa remontada no ha llegado demasiado tarde y si ese último esprint va a ser suficiente para que la suma de las derechas sea mayor que la del resto de partidos que presumiblemente obtendrán representación en el parlamento autonómico.

La otra opción, la de Luis Tudanca, será la del cambio después de 35 años de Gobierno popular en Castilla y León. La pregunta es si en ese giro de políticas que llegarían a la Región el PSOE podría implantar las suyas, las de la izquierda buena de toda la vida, o estará sometido a los localismos y a Podemos.

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