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La ilusión en el fútbol puede llegar a tener más peso que la categoría. He acudido a partidos del Salamanca UDS en Tercera División con más entusiasmo que a algunos de los que la UDS original jugaba en Segunda División. Había ilusión.

La muerte de la Unión Deportiva Salamanca trajo a la ciudad una nueva oportunidad de reilusionarse y apreciar el fútbol. Unos la han sabido aprovechar muy bien y otros, que tenían todas las bazas buenas para llevarse la partida, la han dilapidado.

El que ha acertado ha sido el Unionistas. Estoy convencido de que sus aficionados están mucho más implicados -diría obsesionados- con este equipo que con la UDS a la que dicen honrar. Si ahora les dieran la opción de resucitar a la UDS tal y como era –una sociedad anónima deportiva en manos de uno o dos grandes accionistas- o seguir con el fútbol popular, intuyo que se quedarían como están.

Y el Salamanca UDS la ha pifiado de una forma estrepitosa. Tenía el Helmántico, tenía el escudo, el himno, el sentimiento y a un sector mucho más grande de la afición. ¿Qué podría salir mal? Pues ha salido mal.

En el fútbol siempre cabe la opción de que los resultados no acompañen y no llegues a la categoría que deseas, pero es que este público ha demostrado que tampoco es de subirse solo al caballo ganador. Más de 11.000 salmantinos han acudido a animar al equipo en los peores momentos. No en los buenos.

El Salamanca está expulsando a sus aficionados. En algunos casos es hasta literal. Esta semana se ha dedicado a bloquear en sus redes sociales a los abonados que escriben críticas por la no renovación de Lolo Escobar. No sé si algún otro club de fútbol ha llegado a caer tan bajo, pero me parece inaudito. Espero que si alguno de estos aficionados al final se ablanda y decide abonarse, no rechacen también su dinero, aunque tampoco me extrañaría. Este club es muy de vetar el derecho de admisión al Helmántico. Bueno, de vetar y de otras muchas cosas extrañas. Es el único club que toma decisiones de cara a la galería, pero deseando que no le funcionen.

Apuesto cinco a uno a que la ‘cúpula’ del Salamanca se ‘alegró’ del batacazo de Larrazábal, del mismo modo que alguno sonreía tras las derrotas de Sergio Egea.

Diez a uno a que les ha fastidiado que el tal Lolo -un entrenador anónimo ofrecido desde la Tercera División- se haya convertido en el héroe de la afición y le tilden de ‘salvador’.

Quince a uno a que el presidente andará diciendo que no comprende que llamen salvador a un entrenador que ni siquiera les ha metido en la ‘Pro’, en lugar de alabarle a él, que es el que ha puesto dinero.

Y a pesar de todo esto, lo que a mucha gente va a terminar echando del Helmántico no es la ineptitud de los gestores, sino la soberbia. Casi todos estamos de acuerdo en que las personas que manejan este Salamanca son un poco maulas, pero al fin y al cabo son nuestros maulas. Habría que quererlos igual. Pero así es imposible, no aprenden. Lovato dijo hace meses que se había dado cuenta de sus errores, que iba a rectificar, pero...¡mentira!

Lovato, Dueñas y compañía son incapaces de dar su brazo a torcer y lo peor es ese insoportable afán por blanquear sus fallos y echar las culpas a los demás.

Lo de Lolo Escobar, por ejemplo, es solo una más. Todo el mundo sabía que no iba a ser el entrenador la próxima temporada. Si el club no quiere que siga, es realmente sencillo hacerle sentir tan incómodo que sea el propio míster el que diga ‘no’. Basta con explicarle el tipo de plantilla que le van a ofrecer... a él en concreto.

La condena de este club es que desde dentro no están dispuestos a permitir que sean otros los que brillen. Por eso son tan pocos. Por eso son una camarilla cerrada. Aquí hay más codazos que en un esprín del Giro de Italia.

La paradoja es que la única opción de triunfar pasa porque sea gracias a decisiones directas de quienes dirigen, pero están tan lejos de hacer las cosas medianamente bien que no se ve futuro.

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