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Mientras Pedro Sánchez y Pablo Iglesias avanzan en la destrucción de la democracia en España, el uno entorpeciendo la labor de control del Gobierno por parte del Parlamento con el adelanto a los martes de los consejos de ministros y el otro arremetiendo contra los jueces, en Castilla y León disfrutamos de nuestro propio espectáculo gracias a los malabarismos del vicepresidente de la Junta.

Francisco Igea y un puñado de fieles a su persona han dimitido de sus responsabilidades orgánicas en Ciudadanos de Castilla y León en protesta por varios nombramientos anunciados por la Gestora nacional que encabeza Manuel García Bofill, a las órdenes directas (se supone) de Inés Arrimadas. A Igea le escuece que en Madrid hayan colocado en puestos destacados del partido regional a militantes que en su día se significaron en su contra y a favor de Silvia Clemente, en la campaña de las famosas primarias del pucherazo. Le escuece porque no son de su cuerda, porque no le han consultado para los nombramientos y porque la Gestora bien podía haber esperado un par de meses, tras la celebración de la Asamblea nacional que elegirá al sucesor de Albert Rivera, para ejecutar los cambios.

Con esta pataleta el ‘vice’ y portavoz de la Junta mueve ficha ante las primarias en las que se enfrentaría a Arrimadas, si finalmente decide dar ese paso. Igea está deshojando la margarita y quiere saber de primera mano si la ‘lideresa’ naranja está de acuerdo con la Gestora antes de lanzarse al combate, para lo cual ha pedido una reunión con la portavoz nacional.

En realidad, la condición del médico vallisoletano tiene truco: Arrimadas no puede sino estar en línea y avalar las decisiones de García Bofill. Lo contrario sería un esperpento todavía mayor.

Así que la maniobra responde más bien a una estrategia para aumentar la notoriedad de la que disfruta Igea gracias a ser, como número dos del Gobierno de Castilla y León, uno de los cargos institucionales más relevantes de Ciudadanos en toda España. Esa exhibición de fuerza le puede reportar un puesto de alto rango en el partido al lado de Arrimadas, o en caso contrario, le puede catapultar a competir con ella en las primarias.

Todo esto no es incompatible con que Igea insista en su devoción por la lideresa a la que considera “empática, inteligente y buena oradora”. Ya estamos acostumbrando a ver cómo los halagos se convierten en ofensas en cuanto suena la bocina de una campaña de primarias.

Lo relevante de los flirteos de Igea con la dirección de Ciudadanos es que el triunfo de sus tesis en el partido naranja podría afectar a medio y largo plazo a la gobernabilidad de Castilla y León. Y lo apuntó ayer el propio Igea en Valladolid: considera que España necesita “más que nunca un partido de centro liberal, capaz de llegar a acuerdos a izquierda y derecha”. Esos planteamientos de apertura a pactos con el PSOE son los que provocan los sueños húmedos de la oposición en la Comunidad.

El portavoz socialista en el Ayuntamiento de Salamanca, José Luis Mateos, le animaba ayer a dar pasos hacia la ruptura de la coalición con Alfonso Fernández Mañueco. “Está en su mano cumplir la palabra dada a los electores cuando dijo que estaba para facilitar el cambio en la Comunidad de Castilla y León y está a tiempo”, indicó.

Pero tampoco los socialistas parecen tenerlo todos claro. Unos sueñan y otros despotrican. Este último es el caso del portavoz regional, Luis Tudanca, que no solo no se hace ilusiones de recuperar su antiguo idilio con Igea, sino que le ataca donde más duele y le recuerda que mucho dimitir de cargos orgánicos en el partido, pero de los puestos remunerados en la Junta no se apea nadie... Lo dicho, gran espectáculo.

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