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China, primera potencia mundial

Domingo, 31 de enero 2021, 04:00

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Tras siete años de negociaciones, China acaba de firmar un acuerdo con la UE para potenciar los intercambios comerciales. Es de esperar que ambas partes salgan beneficiadas, aunque, con el fantasma del virus sobrevolando el mundo, uno abriga ciertas dudas. Recordemos cómo el gigante asiático hizo caja en la etapa inicial de la pandemia cuando nos vendió millones de mascarillas, guantes, equipos de protección, respiradores, etc., en algunos casos de dudosa efectividad. Con todo ello la economía china redondeó un lucrativo negocio derivado del virus y su sospechosa procedencia. Sin abrigar prejuicios, cabe traer a colación a mero título de curiosidad, que en la segunda mitad del XIX en las Islas del Pacífico Sur ya se referían a la lepra como “el mal chino”, porque se sospechaba que la enfermedad la transmitían los trabajadores de ese origen que, en régimen de semiesclavitud, laboraban en las grandes plantaciones de caucho.

Después de cuatro años de mandato de Trump en Estados Unidos, con su repliegue internacional (America First) y sus altibajos en las relaciones con China –ahora te quiero, ahora no te quiero, ahora te pongo aranceles, ahora te los quito—, lo cierto es que el campo de la economía mundial quedó expedito para que China copara los mercados de determinadas materias fundamentales para el desarrollo tecnológico. Poco a poco ha sellado nuevas alianzas comprando, mediante abono en efectivo, explotaciones mineras y recursos naturales tanto en África como en Iberoamérica –regiones desgraciadamente desdeñadas por Europa--, hasta el punto de encontrarse en condiciones de imponer sus normas en los mercados internacionales. Mención aparte merece la denominada Nueva Ruta de la Seda (Belt and Road Initiative) diseñada por el actual presidente Xi Jinping con el propósito de impulsar el desarrollo y la proyección económica y política a todos los niveles.

Puede afirmarse que, en la actualidad, aspectos fundamentales como la biotecnología, la robótica o las telecomunicaciones están en manos de ese sistema tan original, y al mismo tiempo tan poderoso, consistente en fusionar las viejas doctrinas comunistas (empresas estatales) con lo más rancio del capitalismo salvaje (empresas privadas sin grandes escrúpulos). Parece que al fin se materializa el viejo sueño chino de consolidarse como el poder que siglos atrás vertebró Asia Central, el mundo árabe, la península indostánica y parte de Europa. China combina Confucio y Marx, reescribe los periclitados valores de su cultura milenaria y propone su visión globalizadora de nuevo cuño mediante una apertura económica sin parangón. Es la locomotora del siglo XXI, un gigantesco país que para muchos todavía es un bosque oscuro y misterioso cuyas profundidades resulta difícil escudriñar.

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