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En lo político esta es una provincia tranquila –previsible, diría—así que la dimisión del presidente del PP, fuerza política de referencia provincial, es un asunto que impacta, sin que lleguen a temblar las piedras, doblen las campanas a duelo ni suenen solas como en el Terremoto de Lisboa. Porque estas cosas, en Salamanca, no se dan. Bueno, no suelen darse. Pero así ha sido y Javier Iglesias deja de ser presidente del PP en la misma semana en la que el toque manual de las campanas de las iglesias se ha convertido en patrimonio inmaterial de la Humanidad, según la UNESCO. Algo flotaba en el ambiente que alertaba del campanazo, pero estábamos ensimismados en el encendido de las luces navideñas, menos aparatosas y más armoniosas que las de Vigo. En Salamanca, hablo de la ciudad, se oyen las campanas y algunas veces incluso se escuchan. En mi caso, oigo y escucho las de San Juan de Sahagún cuando tocan a misa o anuncian un funeral. Nada hay más cercano a la tranquilidad que el toque rutinario de una campana: las horas, el ángelus, la misa de tal hora... Eso que para los del pueblo es tranquilidad para los forasteros es una molestia y lo denuncian en el cuartelillo. Qué cosas. La campana más famosa de Salamanca es María de la O, con sede en la Catedral, sus cien quintales de peso y una corte de trece campanas menores, aunque no tan famosa como fue la María de San Martín, cuyos toques marcaban la vida de la plaza. Cuando enmudeció apareció la Mariseca, decía Salvador Llopis, último cronista oficial de Salamanca. El sonido de aquellas campanas con su lenguaje metálico avisaba a las gentes de la socampana, que venía a ser el área metropolitana de Salamanca, de cualquier suceso. Con campanas, campaniles y caracolas se avisaba desde las parroquias a los pastores del nacimiento de Jesús en Nochebuena, algo que se sigue haciendo en Montemayor del Río y Ledesma en ese tiempo en el que se canta aquello de campana sobre campana y sobre campana una.

Esta semana comenzamos a intuir la Navidad con el encendido de las luces y el descubrimiento de los belenes en La Salina, el Liceo y la Torre de los Anaya, coincidiendo con ese campanazo que la “Roja” estuvo a punto de dar en el Mundial quatarí que te vi, donde estuvimos muy cerca de la puerta de salida, si no en la misma puerta. Todo apunta a que García Carbayo, alcalde de Salamanca y pregonero in pectore de su Semana Santa del año que viene, gestionará el partido hasta que se haga la luz, y tendrá en su mano la campanilla de las reuniones para llamar al orden, abrir la sesión o cerrarla.

Sí, esta semana se hizo la luz navideña. Se encendió la campana navideña que preside la Plaza Mayor ante varios centenares de personas, que después salieron corriendo hacia casa para ver la debacle española en el Mundial, dejando sola a la campana. Uno estuvo en el Casino de Salamanca, donde se entregaban los premios del concurso de relatos y microrrelatos de mayores impulsado por este periódico. Un acto maravilloso con la banda sonora de la Banda Municipal de Villamayor, que tocó el espectacular “Pompa y Circunstancia” y hasta una mezcla de temas de Abba, entre otras piezas. Relatos maravillosos, que encienden nuestro ánimo y dan que pensar. Bien por Raúl Izquierdo, Cristina Otero y María Teresa Cortina, ganadores. Bien por las bodegas de la Sierra de Salamanca y esos vinos que presentaron unos días antes en el mismo escenario: ¡qué vinos! Bien por los artistas salmantinos que anoche inauguraron el ya clásico Gran Café Teatro; desde Miguel Martín, Miguelón, alma, corazón y vida de esta cita, al maestro Ruiz, el mago Armando de Miguel, el cómico Jess Martins, las Divinas, supongo que las imprescindibles MaribelIglesias, MaiteIglesias y MariÁngelesAlonso, y el resto de los artistas de este clásico de nuestros diciembres recién nacidos. Una vez más proclamo, más café teatro y menos medicinas; más risas y menos aspirinas. Bien por esas payasas que regresan por estos días a Salamanca a ponernos a todos la nariz roja. Bien.

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