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QUE la Diputación de Salamanca impulse la publicación de las obras de José Sánchez Rojas me parece una excelente noticia cultural. Ayer se presentó el primer tomo en la Feria Municipal del Libro y recuerda aquello que luce San Boal de que al ánimo de comenzar está la gloria de concluir. A partir de ahora su obra será más accesible, como lo es –más o menos—sus “Sensaciones de Salamanca”, que aún se podía localizar; una pieza con referencias monumentales e históricas salmantinas, que es una pequeña joya en forma de crónicas. Sánchez Rojas fue un acérrimo defensor de Unamuno y como éste también fue desterrado, y como don Miguel también Sánchez Rojas murió un 31 de diciembre, pero de 1931, cinco años antes. Lo hizo en el hotel “Términus”, que se encontraba en la esquina de la Calleja con la Calle Toro, donde luego se establecería “González del Rey”, preparando un discurso sobre Unamuno. Su funeral fue una gran manifestación de duelo con escenario en Alba de Tormes, a donde se desplazaron muchas figuras salmantinas de la época y cuyo Ayuntamiento restauró la sepultura hace un año. Estamos de enhorabuena. El acontecimiento tuvo lugar en la Plaza Mayor coincidiendo con los 293 años del inicio de su construcción y con la polémica sobre la Feria y su impacto visual, que se produce todos los años desde que tengo memoria con la celebración de la cita librera, que coincide con la celebración del Congreso de Cine y Novela Negra, género en el que hay destacados autores que reúnen gastronomía y crimen, como Vázquez Montalbán, Xavier Gutiérrez, Yanet Acosta o la grandísima Donna Leon, por ejemplo. Hoy, entre manos, tengo lo nuevo de Andrea Camilleri, “El cocinero de Alcyon”, para celebrar el Congreso. La Gastronomía tiene estos días una figura, la salmantina Verónica Gómez de Liaño, concursante de Máster Chef y una de las que probablemente llegue hasta el final y ya veremos. De momento su talento en los fogones me tiene abducido.

La Gastronomía no sería posible sin el campo, la imprescindible despensa, que avanza hacia su patrono, San Isidro, mirando a la cosecha, que unas veces es un desastre y otra quién sabe. Lo que está claro es que hoy el campo luce sus mejores galas y al santo agrícola lo tenemos en el aulario universitario de su plaza, en un barrio y en la imagen que desfila desde San Pablo, para comenzar, más allá de las mil y una celebraciones por la provincia. Y sobre el impacto de la Feria Municipal del Libro, poco se comenta el ambientazo que reúne, que bien podríamos calificar de único. Por no preguntar y a dónde la llevamos. Quizá hoy sea uno de los días más salmantinos de la Feria con la presentación de libros muy interesantes para nuestro patrimonio de autores más que solventes: Joaquín Álvarez, Joaquín de Vargas, Román Álvarez, Carlos Macarro, Luis de Horna, Margarita Becedas. Vicente Sierra o Juan Francisco Blanco. Quizá sea buena idea prepararse un bocadillo y una botella de gaseosa y enlazar una presentación con otra esta mañana.

La protesta sanitaria de ayer me recordó aquellos días de “mareas blancas”. La crisis había diezmado las plantillas hospitalarias y la lista de espera era desesperante. Como si no hubiese pasado el tiempo. También me recordó a aquel Alfonso Fernández Mañueco, alcalde, combativo frente a la Junta, sobre todo frente a aquel triste de Saiz Aguado, por aquella situación sanitaria y los retrasos en la apertura del Hospital, que no acaba de coronar la gloria de concluir. Ya digo, me acordé.

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