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Los parlamentos deberían ser lugares sagrados. Espacios en los que las lógicas y necesarias discrepancias políticas de sus señorías deben quedar eclipsadas por la necesidad de respetar la voluntad de las miles de personas que les sitúan en un escaño. Esto, que puede parecer una obviedad, contrasta con la realidad. Los hemiciclos son auténticas carpas de circo y los pasillos parecen correderos de ganado. Esa, que es la imagen que trasciende cuando uno lo ve por televisión, queda patente cuando uno tiene la suerte de visitar aquello.
Esta misma semana hemos tenido dos claros ejemplos de esta desvergüenza, el primero en Madrid durante el debate de una moción de censura de guion berlanguiano, y el segundo en las Cortes de Castilla y León con un gesto obsceno del presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, respondiendo a la provocación de una artista, Rosa Rubio, que siguiendo la escuela de Ana Sánchez es capaz de sacar de quicio hasta al santo Job. Mañueco se ha equivocado. A medida que uno va asumiendo responsabilidades de más enjundia, las meteduras de pata cobran mayor trascendencia y las repercusiones son mayores. Un presidente de un Ejecutivo no puede dedicar una peineta a una procuradora de la oposición. Si uno observa la fotografía estática puede llegar a pensar que es un gesto sacado de contexto, pero viendo el vídeo no cabe lugar a la duda: es una desconsideración propia de un parvulario.
Perder los papeles de esta manera tiene que ser consecuencia de algo. Precisamente Mañueco no se ha caracterizado en su dilatada trayectoria por estas salidas de tono, siempre ha sido todo lo contrario, un tipo con mucha mano izquierda. Por eso contrasta aún más lo que hemos visto en el Parlamento. Si mal está el gesto y la huida hacia adelante posterior, peor está aún que cuando le preguntan los medios de comunicación les envíe a hacer un videoforum. Como si no tuvieran ojos.
Nunca es buen momento para una salida de tono así, pero a las puertas de unas elecciones autonómicas es preocupante. Me imagino que en estas semanas desde la cúpula popular en Castilla y León se estará pidiendo mesura y cabeza a los suyos precisamente para evitar polémicas como la que ahora protagoniza el líder. A decir verdad, el salmantino no es el único popular con rango que ha cometido un error de estas características. En épocas sin tanto móvil y cámara trincaron con el dedo en todo lo alto a José María Aznar, Federico Trillo o Luis Bárcenas. ¡Vaya elenco!
Este nerviosismo puede estar causado por una oposición que va “a saco” y un socio de Gobierno que lejos de ayudar a apagar fuegos los aviva cada vez que puede. Si esta peineta la hace el vicepresidente Gallardo a nadie le habría sorprendido, porque nos ha acostumbrado a que en su hoja de ruta se da prioridad a los fuegos de artificio, pero de Mañueco no se esperaba. De los que tiene como socios a la derecha cuanto menos aprenda, mejor.
Y este error es la botella de oxígeno que les hacía falta a los socialistas. Rosa Rubio no puede ir de víctima de nada, porque es de esa vieja escuela política de izquierdas que se remanga para pisar el barro con todas las consecuencias. En el fango se maneja bien. Las redes sociales ardían nada más aparecer el famoso vídeo de la peineta, los hatters del PP afloraban como amapolas en primavera y la maquinaria mediática empezaba a descuartizar al presidente de Castilla y León.
Al final el error no es tanto la falta de respeto de la peineta como el seguir adelante con un argumentario que parece que nos toma a todos por tontos. Mucho mejor es asumir el fallo, pedir disculpas y seguir trabajando.
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