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Autopistas hacia el infierno

Lunes, 2 de septiembre 2019, 05:00

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Me gustaría ver la cara de camioneros, moteros y conductores de cualquier vehículo cuando llegan a la rotonda de la vergüenza. Si no saben lo que se van a encontrar, es probable que no salgan de su asombro. Un agujero negro. Un sinsentido. Una solución africana en plena Europa comunitaria. Una auténtica vergüenza que debería sonrojar a políticos de ayer y de hoy. Estoy hablando de la glorieta de Buenos Aires. La trampa mortal de Salamanca. Una mácula teñida de sangre en la red viaria del viejo continente.

Nadie en su sano juicio puede entender que una autovía que vertebra todo el oeste español, como es la A-66 entre Gijón y Sevilla, tenga un único punto de interrupción. Salamanca pone la nota de color negro plantando una glorieta por la que hay que pasar sí o sí. Es algo inconcebible. Propio de otro tiempo. En una época en la que todas las ciudades (pequeñas y grandes) tienen sus correspondientes circunvalaciones para evitar que los coches entren en la urbe, en la nuestra se cometió una de las mayores aberraciones en las obras públicas españolas de las últimas décadas. En lugar de que la rotonda de Buenos Aires funcionara como un acceso a Salamanca para los que llegan desde Portugal o Cáceres, se tomó la negligente decisión de que fuera el nexo de unión de dos de las autovías que más tráfico soportan en España, sobre todo en verano, la A-62 y la A-66. Además, se convirtió en lugar de paso obligatorio para todos los que circulen por esta última, la Ruta de la Plata. En los años previos a la crisis resultaba muy costoso hacer un gran puente que salvara la rotonda y diera continuidad a la autovía, pero había dinero suficiente para que unos y otros se pusieran guarros a robar.

Cuando por fin había 2,2 millones consignados en los presupuestos de 2018 para solucionar este desaguisado, resulta que el proyecto se ha quedado en el cajón. Mal por el Gobierno de Mariano ‘Rajao’ que se acordó demasiado tarde de que esta rotonda era indecente. Y peor por el Ejecutivo de Sánchez que parece tener otras prioridades para dilapidar las cuentas públicas al más puro estilo de los gobiernos socialistas.

Muchos de los que se circulen por este punto negro se tendrán que encomendar al ángel que interpretaba Michael Landon en la recordada serie ochentera “Autopista hacia el cielo” si no quieren tener una desgracia. Hemos perdido la cuenta de la cantidad de accidentes que se han producido, muchos de ellos protagonizados por camiones de gran tonelaje. Se está rifando una desgracia mayúscula como la que pudo haber sucedido el pasado jueves en la colisión de un autobús en el que viajaban niños con un coche que estaba estacionado en el arcén. Y el día que ocurra, nuestros políticos mirarán para otro lado y olvidaran que unos y otros son responsables de esta tragedia. Como también lo fue Aznar, y después Zapatero, del retraso de la autovía Ávila-Madrid y por tanto de las decenas de muertes que se cobró la macabra carretera N-501. Una sola vida humana, aunque solo sea una, bien vale la inversión en una mejora de este tipo.

Pero Salamanca, en el tema de la rotonda de Buenos Aires, ejemplifica el desprecio que sufre Castilla y León en todo lo relativo a las comunicaciones. Las autovías de la Región dan auténtico asco, por no hablar de esta “obra de El Escorial” del enlace de Fuentes de Oñoro. Mucho sacar pecho cuando se inauguraron, pero si te visto, no me acuerdo. Alguno piensa que el asfalto se regenera por sí solo como los pastos con la lluvia. La A-66 entre Guijuelo y Sorihuela parece un camino agrícola. El maquillaje que le pusieron a la A-62 entre Salamanca y Tordesillas el pasado año ha durado lo que dura un plato de jamón en un hogar del jubilado. La mencionada A-66, pero entre Benavente y León, es un auténtico camino de obstáculos donde los amortiguadores pierden dos años de vida en una hora. Lo mismo ocurre en la autovía que une Palencia con Cantabria y la de las Rías Baixas en la provincia de Zamora. Al final, las mejores carreteras, las que gestiona la Diputación de Salamanca que de unos años a a este parte están bastante más decentes que las del Estado.

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