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Desengrasemos, que la semana ha sido dura y se nos anuncian otras igualmente complicadas. El Ayuntamiento de Salamanca ha anunciado la peatonalización de la calle Ancha, que no es una calle cualquiera ni menor, pues en ella han tenido su domicilio Filiberto y Enrique Villalobos, Calderón de la Barca, Petra Sánchez Bravo y María Luisa Nieto. Filiberto Villalobos, “don Fili”, pionero de la radiología en Salamanca, se instala en 1920 en el edificio que hace esquina con la cuesta de Moneo o calle de Ramón y Cajal levantado en 1881 por Cipriano Durán, tío de la esposa de don Fili, Elvira Mier. Aquella consulta pasa a su hijo, Enrique Villalobos, y se mantiene el edificio como sede familiar. Calderón de la Barca vivió en medio de la calle Ancha, porque esta no siempre fue calle ni ancha; estudiante y mal pagador de una “república” de estudiantes rozó la excomunión por ello. Petra Sánchez y María Luisa Nieto fueron insignes vecinas de aquello que se llamó el Barrio Chino. Petra fue la famosa “Petra” de las crónicas y María Luisa la dueña de uno de sus locales más insignes, el Bar American, destruido por un incendio. He dicho que la calle no siempre lo fue y es cierto: el archivero Florencio Marcos habla de arroyo de San Francisco y Fernando Araújo, el de “La Reina del Tormes”, lo cita como alberca de las Agustinas. Era un arroyo que discurría encajado por el convento de las Agustinas y el de los capuchinos de San Francisco, y si alguien se metía por ahí desde luego no lo hacía por una calle o no siempre lo hizo. Sabemos que desde el siglo XVIII una tapia la tuvo bien cerrada hasta el 30 de noviembre de 1883, en que se abre y lo hace como calle Ancha, seguramente por su anchura inusual para la ciudad de entonces. Hubo algún intento anterior para facilitar el acceso del barrio de Los Milagros a la plaza de toros del Campo de San Francisco, como cuenta Enrique García Catalán, pero no prosperó.

La mitología del Barrio Chino sitúa en ella una de sus entradas principales, pero, ojo, mi no pariente José de Juanes, dice que “para llegar a ella había que seguir un itinerario capaz de frenar los ímpetus del propio Casanova si resucitase”, demasiado convento y palacio, afirmaba, así que aquella entrada, la calle Ancha, “tenía solemnidad y más que al jolgorio invitaba al canto gregoriano”. Otro cronista, Enrique de Sena, afirmaba que era la principal. Aunque creo que no lo sería para quien buscase la discreción. Me parecía oportuna la reseña, esta exhumación histórica, teniendo en cuenta lo saturados que estamos todos de Francos y Torras, por ejemplo, o de políticos en campaña. Una reseña que hablaba antes de arroyo y albercas: ahí desembocaban arroyos y albercas que venían desde Pizarrales, Crespo Rascón o Prior, dando lugar al arroyo que formó la Vaguada de la Palma.

A partir de este punto, podemos encomendarnos al Cristo de Hornillos, cuya romería se celebra hoy en Arabayona de Mógica. Una imagen rodeada de leyendas, milagros y deseos concedidos, que han dado lugar a una extraordinaria colección de exvotos que le acompañan en su ermita. A la vez, nuestros cementerios se llenan de flores, las pastelerías de buñuelos y huesos de santo y las jugueterías de disfraces de Halloween. La “Torrente Ballester” abre un ciclo titulado “La muerte, digna e ilustrada”, y la Casa de las Conchas regresa con su mirada a la muerte mexicana con la exposición “Cantar y versar la muerte”, coordinada por Elba Maribel Hernández y Sarahí Susana Reyes. Añada que mañana, la librería corsaria acoge a la poliédrica Cristina Rosenvinge, premiada con el nacional de las Músicas Actuales el pasado año, y ahora metida a escritora con “Debut, cuadernos y canciones”, donde revela su relación con la música, que presenta este lunes.

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