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Me ocurre con Cataluña, con Barcelona, lo que a los mexicanos les sucede con España, una profunda y compleja relación de amor y odio... en la que siempre gana el amor. Pero mientras mis hermanos mexicanos conviven con sus raíces y con su Historia española, aquí, en la España siglo XXI (siglo XXI, repito) nos dedicamos, todos, a destruirnos, a destruir nuestra Historia, a destruir nuestra nación y a destruir nuestra paz y nuestro bienestar social. Quiero insistir, nos dedicamos a destruir: de Santiago de Compostela a Bilbao, de Bilbao a Barcelona, de Barcelona a Madrid... El resto no es ni siquiera la España “vaciada”, es la España abandonada, perdida, olvidada en los rincones, como Salamanca, ¿verdad?

Lo de Cataluña ahora, como antes lo del País Vasco (antes y ahora, pues en Vitoria y en Madrid ha ganado el maquillaje del terror y nos han “maquillado” a todos) no es más que un nazismo televisivo, un nazismo en redes sociales cuyos “hashtag” son sus cruces gamadas: #bARDElonaESP (¿de verdad arde Barcelona?, que yo sepa no) era el que lucía ayer permanentemente en una esquina de la pantalla el emético programa de Antena 3, “Espejo Público”, ejemplo de periodismo basura y buenismo pijo-progre.

La mentira, la inacción y la dejación de la Ley llevan demasiado tiempo instaladas en nuestra sociedad y estos son los frutos envenenados que sólo benefician a un país que ni estudia ni trabaja, un país tomado por vagos retrasados, que es lo que son hoy muchos de nuestros políticos “electos”, muchos políticos declarados ellos mismos abiertamente nazis, y muchos jóvenes que son los que provocaron los incidentes el pasado lunes en Barcelona, una ciudad sin embargo en calma... y lo digo porque yo estaba allí...

La violencia la están ejerciendo los políticos y los medios de comunicación interesados en “la causa” y en la mentira hecha verdad.

La violencia que ahora vemos es sólo violencia de laboratorio. Por una España libre de nazismo y mediocres, “one way only”: el día 10 a votar. Nadie en casa.

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