Borrar

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Agosto es un mes de redención. De desconexión. De descanso o de todo lo contrario. No es igual a ningún otro mes del año porque nunca como en agosto rompemos nuestra rutina de forma tan radical. Da igual si trabajas o estás de vacaciones.

Agosto es un oasis en medio del desierto. Para el que hace su agosto con su negocio, este mes viene por fin a poner las cuentas en su sitio. Para el que se va de vacaciones, agosto es por fin agosto. Y para los que trabajamos -creo que he trabajado casi todos los agostos desde que estoy en edad de ganar un sueldo- agosto es un mes de oportunidades. Sinceramente, nunca me ha importado ser de las que levanta el país estos días. Es más, me gusta. Trabajar en agosto es ideal para los que huimos de aglomeraciones. Las playas están llenas hasta la bandera y sin embargo, en las ciudades conseguimos aparcar fácilmente en cualquier calle del centro. Es cierto que la agenda política se congela (por mucho que digan que siguen negociando, les digo yo que hoy mismo encontramos a más políticos en la playa que en su despacho). Y es cierto que a los periodistas casi nadie nos coge el teléfono cuando necesitamos contrastar una información o que casi nadie está disponible si necesitamos una opinión experta sobre (por ejemplo) la caza de la avispa velutina. Pero quienes sí estamos, nos entregamos en cuerpo y alma. Agosto es el mes de demostrar que tú lo vales y que puedes sacar tu trabajo adelante aunque no estén los jefes.

En lo relativo a la salud, el octavo mes del año suele sentarnos bien. Debe de tener un efecto ‘placebo’, porque está demostrado que no vamos tanto al médico y que los servicios de Urgencias se quedan sólo para las urgencias muy, muy urgentes. Que me lo digan a mí, cuando hace justo ahora tres años ingresé para dar a luz y me encontré la sala de espera prácticamente vacía. Allí sólo estábamos los justos y necesarios.

Agosto también es, junto con enero, el mes de los buenos propósitos. ¿Quién no se ha querido apuntar al gimnasio, a clases de inglés o ha comprado ilusionado en el kiosco los típicos coleccionables, pensando que los va a terminar? “Sellos del mundo”, “Coches del siglo XIX”, “Pastelería creativa”... Yo siempre me quedaba en el tercer o cuarto fascículo.

Sólo le pongo dos o tres pegas a este dulce mes que acabamos de estrenar. Sus asfixiantes temperaturas, que tanto dificultan el sueño en las grandes ciudades —qué le vamos a hacer, sin ellas agosto no sería agosto—, la enorme concentración de fiestas populares en sus treinta y un días —que hace imposible compatibilizarlas todas—... Y la penitencia para los que trabajamos de tener que soportar el aluvión de fotos vacacionales que nuestros amigos suben a las redes sociales. Que nos gusta trabajar en agosto sí, pero tampoco somos de piedra, oigan.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios