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A sus mágicas majestades

Jueves, 7 de enero 2021, 04:00

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Queridos Reyes Magos. Imagino que a la llegada de la presente se sorprenderán porque ayer mismo pasaron ustedes por casa para dejar mucho más de lo que pedí y merezco. Este y no otro es el motivo de la misiva que tienen ahora en sus manos. Quiero darles las gracias. Aunque no se estile.

Sí, sé que me ha llevado tiempo caer en la cuenta de que nunca les había escrito una carta para agradecerles su trabajo. Es por esto que no puedo empezar de otro modo sino pidiéndoles perdón por ese egoísmo que durante tantos años me ha tenido enviándoles una única carta al año. Y siempre para pedir.

Dicho lo cual paso a enumerarles algunas de las inconmensurables dádivas que han tenido a bien dejar sobre mis zapatillas y dentro de mi corazón con la resaca de su paso por nuestro hogar.

En primer lugar quiero darles las gracias porque mi madre –viuda reciente por el maldito COVID- ha sido la que ha tenido el montón de regalos más grande de toda la familia. Y eso ya es un detallazo por su parte, majestades. Hacía tiempo que no la veía tan ilusionada como a mis propias hijas y sobrinos. No hay mayor regalo que ver felices a los que queremos y nos quieren. Eso sin contar con que nos ha vuelto a invitar a comer esas maravillas que sólo ella sabe guisar. Lo dicho: Impagable.

En segundo lugar quiero agradecerles la vacunación de mi cuñada Begoña. Como saben, lleva un Centro de Día municipal para personas mayores y estábamos todos muy preocupados porque sólo podíamos verla por el móvil. Ahora falta que le pongan la segunda dosis para que, aunque con mascarilla y manteniendo la distancia, podamos estar con ella. Ojalá que muy pronto lleguen los abrazos en el Metropolitano cuando marque nuestro Atleti. Eso sí que lo echo de menos. Pero el picotazo ha sido el primer paso. Vacuna a vacuna.

Y en tercer lugar no puedo dejar de darles las gracias por los ojos gritando de alegría que se ha gastado mi hija Lucía. Tiene ocho años y quizá sea este uno de los últimos que viva la magia con la felicidad absoluta de la inocencia. Ha sido un auténtico espectáculo verla pelearse con el papel de regalo, escuchar sus gritos agudos clavándose como agujas en lo más profundo del tímpano y sentir su corazón palpitar a mil revoluciones porque le han dejado –este año sí, ¡por fin!- todo lo que les había pedido en su carta.

Cuando le he dicho que iba a escribirles para darles las gracias me ha dado un papelito para que se lo mande. En él ha escrito con boli rojo: “Gracias Reyes Magos. Adiós”.

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