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ENTRE el inmenso ruido mediático que desató la pasada semana el anuncio de la moción de censura en Murcia y todos los temblores, insomnios, miedos, taquicardias, maravillosas oportunidades y demás efectos dominós que tal noticia propagó por otras administraciones con Gobiernos conformados en los distintos despachos autonómicos, está pasando incomprensiblemente inadvertido algo que según la líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas, fue en realidad el desencadenante de esa misma moción.

Me refiero al bochornoso asunto de esos nada menos que 460 robavacunas, es decir, casi medio centenar de golfos y corruptos, conformado por altos cargos, funcionarios y familiares, que según explican sus propios colegas de gobierno, se han saltado la lista de espera de vacunación, colándose por delante de los grupos de riesgo, simplemente por carecer de la más elemental decencia y ética, creyéndose seres superiores al resto de los ciudadanos.

Es sorprendente que con todo lo que les cayó encima a las infantas (y no digo que sin razón), hace apenas un par de semanas, cuando se hizo público que se habían vacunado en Abu Dabi para no tener problemas a la hora de visitar a su padre, de pronto nos importe tan poco lo de estos 460 mamonazos de la administración murciana. Y eso que las infantas, al menos no robaron al resto de españoles ninguna de esas vacunas que están llegando a cuentagotas a España y que con tanta urgencia esperan los grupos de riesgo para poner a salvo sus vidas.

Y curiosamente está pasando desapercibido ya no sólo entre la ciudadanía, resignada y anestesiada a estas alturas ante la singular catadura moral de la mayoría de nuestros políticos, sino sobre todo para cierta clase política para la que el asunto de las infantas, vacunándose antes que los demás, parecía a la luz de sus declaraciones el suceso más indecente y obsceno de los últimos lustros en nuestro país.

¿Por qué ahora callan o pasan tan de puntillas sobre el tema de los 460 ladrones escondidos en la cueva de la política murciana? ¿Solidaridad con la propia casta a la que pertenecen? ¿Un poco de comprensión hacia las debilidades del gremio? ¿Envidia? ¿Empatía? ¿Admiración? ¿Por qué no piden inmediatamente la dimisión de todos ellos y apartarlos de la vida pública como sería lo pertinente en estos casos?

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