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Del comer y leer

Del comer y leer

Santiago Juanes

Viernes, 21 de diciembre 2018, 06:00

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Algo tienen las sopas cuando las bendicen. Yo bendigo las sopas de ajo, tan populares en otro tiempo en Nochevieja y tan especiales en Béjar. Lo recuerdan los hermanos Sánchez Paso en un extraordinario libro en el que la gastronomía y la literatura se mezclan, al que deseaban hincar el diente cuando aún estaban en el horno y que estoy disfrutando. Estamos de enhorabuena, dos libros dedicados a la mesa en pocos días, el de Isabel Bernardo y ahora el de Miguel Ángel y José Antonio, que han titulado "Burlas y veras en la gastronomía bejarana". Una joya. Se habla del calderillo, claro, y del zarangollo, incluso de los chorizos de Candelario, pero también de las sopas. Y con razón, porque las sopas bejaranas tenían algo especial. José Luis Puerto recogió algún dicho en ese sentido, pero hay una amplia documentación que cita el libro. Pueden presumir los bejaranos, entre otras cosas, de tener su propia sopa: "Sopa al estilo de Béjar", que descubrí en un folletín titulado "Platos Regionales Españoles" que se recogen en 125 recetas "más típicas". El autor es G. Bernard de Ferrer y pertenece a la Biblioteca "Ama de casa". La citada sopa tiene mucho de sopas de ajo, o sea, que si hay unas sopas de ajo famosas estas son las de Béjar, donde hubo (y hay) gran talento para hacer con productos sencillos, de andar por casa, platos formidables. Como mi apreciado calderillo. En fin, disfrute de este libro, a ser posible, en silencio, "que es el mejor homenaje que un hombre pueda hacer a un plato", y este libro lo es. La cita es de Camilo José Cela, que anduvo por Béjar y habló de la ciudad y de sus cosas de comer, como el calderillo, que llama "tempestad" igual que al hornazo lo bautiza "galerna". El propio escritor sostiene en su "Cajón de sastre" que las personas somos capaces de emocionarnos por el olfato, el paladar y por la compañía, que son "las tres determinantes de la más honesta de las culturas y los tres pilares sobre los que se asienta, hasta que se venga abajo con estrépito, eso que ya casi ni sabemos cómo se llama. La civilización, quizás". Bueno, pues digo que sin que huela o sepa, y aunque se disfrute solo, este nuevo libro contribuye a la civilización.Supongo que la prohibición de los cubiertos de plástico favorecerá la prosperidad del planeta, incluido el que podamos permanecer en él algún tiempo más; pero, qué pasa con las paellas populares. Con el calderillo que se guisa y oferta en su día allá en El Castañar, por ejemplo. ¿Tendremos que llevar los cubiertos de casa a la paella de las fiestas? ¿Serán de madera, con la dentera que da? El asunto promete.Son fechas en las que la comida está a la orden del día. Los turrones de piñones de La Madrileña albense y los de mil y un sabores de la albercana Mari Luz Lorenzo, para empezar, pero tenemos una despensa tan extraordinaria que la tome por donde quiera puede alucinar, desde los vinos de nuestras sierras y arribes, a los tostones y lechazos, o los embutidos de la casa. Solo falta el apetito que cada uno quiera o pueda, recordando aquel refrán que dice "el comer sin apetito, hace daño y es delito". Se lo escuché a José Ledesma, al que hemos vuelto a recordar estos días, que lo sacó, dijo, de un "refranerillo de la alimentación", que era un libro del médico Antonio Castillo de Lucas. Hoy, ya ve, con la que hay montada, me da por los libros y la comida. Y suerte con la Lotería, que toca y que toque.

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